Un amor retorcido: El amargo sabor de la traición
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, le envié un regalo: el embrión pres
i padre, llevándolo a la cárcel y a mi ma
olanco, con el rostro desfigurado por la fur
¿Cómo pudiste dest
mento en que elegiste a Ámbar
io donde Ámbar, la arquitecta de la ruina de mi familia, me tor
nos a las dos por una ventana del tercer piso
tor no vino a mí con remordimiento,
o de tendón. Eres compati
día obligarme a sacrificar una part
e suplicaba que no siguiera adelante con la "cirugía", me marché, dejándolo entre las ruinas de la vid
ítu
Monten
tor. Bajé la mirada hacia el embrión preservado en el frasco de cristal hecho a medida, una
né "ac
-dije, mi voz plana, despr
do tenso, casi sin aliento. Héctor. El hombre que una v
na confusión casi cómica. No esperaba sab
jugando en mis labios. Estiró los músculos de mi car
ír su mente acelerada, tratando de unir las
u voz era ahora un gruñido bajo,
daga lenta y deliberada-. O lo que habría sido nue
sonido que había anhelado escuchar durante dos largos y tortuosos años. Mi corazón, un
a como un piso de mármol. Debió de haber dejado caer el frasco. Bien. Q
voz espesa de furia y un dolor que sabí
inquietantemente tranquila-. ¿Y sabes qué? Fue
imaginarlo, su hermoso rostro contraído, la compostura perfecta de f
r qué harías esto? -gri
o era una risa de alegría, sino de amargo triunfo-. ¿Quieres saber por qué, Héct
ado su teléfono al otro lado de la habitación. No impor
azando un camino por mi mejilla. La limpié rá
o. Siempre era así después de una de nuestras "interacciones".
de golpe, chocando contra la pared. Hécto
ectados en sangre. Los restos del frasco yacían esparcidos por el su
su voz apenas un susurro
a de indiferencia cuidadosamente construida. Que me ll
me amorató. Su agarre era firme, sus dedos claván
ujó contra la superficie fría e implacable de la barra de la cocina. Mi cabeza golpe
ntímetros del mío, su aliento caliente contra m
derecho a llamarlo "nuestro hijo" en el momento en que destruiste a m
de algo ilegible pasando por ellos. ¿Cu
u voz ensordecedora en el espacio confi
ndo a mis labios-. Esto es solo el principio,
llando por poco mi cabeza. La fuer
emblando con una mezcla de rabia y al
table-. ¿Pero quién me hizo así, Hécto
que encontrar. La mujer vibrante y amorosa con la que se había casado s
abio inferior, donde el impacto había partido la piel. Fue un ges
voz más suave ahora, casi suplicante-. Pod
o crees? -Mis ojos se desviaron hacia los cristales rotos en el suelo, luego de vuelta
e desvaneció, reemplazada por la fa
a -dijo, su voz fría y corta
. Lo elegiste el día que te pusiste del lado de Ámbar, el día que
laramente tocó un nervio. Pero era demasiado
rofundamente. Sus ojos ardían en los míos, u
ilia derrumbarse? -gruñó, su voz cru
sticia". Lo llamaste "responsabilidad". Convenientemente te olvidaste de la
tocaron una fibra sensible, una insegurid
olorosa torciendo sus facciones. Cuando lo
ligrosa-. Traté de mantenerte fuera de esto. Pero no
ndo de mis labios-. Luché por mi familia, Héctor. L
ordenado. Parecía cansado, derrotado. Pero sabía que e
a -murmuró, sacudiendo la cab
apuntado directamente a mi herida más pro
que Ámbar. Un oportunista manipulador y calculador, dispu
ue lo compararan con ella, aunque f
estos de la cocina, luego posándose en mí. Una
moción-. Si ese es el juego que quie
en el silencio. Lo vi irse, mi cuerpo temblando
umbral, volviénd
rtió, sus ojos como esquirlas
lomé contra la barra, la adrenalina drenándose lentamente de m
ía una guerra que pelear. Y Héctor Rivas acab
e de un número desconocido. "El
probable aliado. El único que podía ayudar