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Un amor retorcido: El amargo sabor de la traición

Capítulo 3 

Palabras:2171    |    Actualizado en: 26/11/2025

Monten

ligero. La confrontación con Héctor y Ámbar me había agotado, pero también ha

ico se desdibujaban en un torrente indistinguible. Mi destino: la ofi

lo menos. En cuestión de horas, tenía una nueva identidad, un nuevo comienzo. El peso del pasado, aunqu

e. Caminé por las habitaciones familiares, cada una una reliquia de una vida que ya no era mía. El piano de cola en la sala, un regalo de mi padre.

i familia, tomada años atrás, antes de que todo se desmoronara. Mi padre, radiante, con el brazo alrededor de mi madre. Yo, una chica despreocupada y v

tangible de mi pasado que me llevaría. Un recordatorio

abían detenido. El silencio, inicialmente una fuente de inquietud, se transformó lentamente en una paz frágil. Por pr

paz, sin embargo, f

añana. Era Héctor. Mi corazón dio un vuelco, un nudo familia

rgada de una furia apenas cont

ignorancia. Mi mente, sin embargo, ya estaba acelerada

o-. Ámbar está en el hospital. Tiene una muñeca fracturada y u

iones habían tenido consecuencias. Bien. Que Ámbar sufri

a y distante-. Quizás debería t

de indignación-. ¡Esto no es u

z endureciéndose-. ¿Y qué hay de mi madre? ¿Sus h

gado escapó d

te, Valeria. Es

justicia" a incriminar a un hombre inocente, destruir a su familia y lleva

ijo, su voz peligrosamente baja-. Ámba

me acusarán, Héctor? ¿De agresión? ¿Después de todo lo que me

solución escalofria

que dirija la acusación. Quiero ver la cara del hombre que destruyó mi vida, el ho

so. Había esperado miedo, lágrimas, súplicas de pied

una emoción que no pude descifrar del todo-. H

ía y dura-. Tú la mataste. La enterraste

vacío me invadió. Finalmente me había mantenido firme. Finalmente había contraatacado. Pero la vi

ágrima escapando, trazando

dome. Me quedé dormida, una paz frág

irada fría y penetrante estaba sobr

nvuelto en sombras, sus ojos brillando en la tenue luz. Ha

plana, desprovista de

a intensa, ilegible. El silencio se alargó, espes

bló, su voz ba

ega a retira

bur

no. Le encanta h

mi sa

pequeño berrinche en el cementerio está en todas las noticias. Te

gada de amarga ironía-. El gran fiscal, Héctor Riv

itulares, publicaciones en redes sociales y artículos de noticias, todos pintándome como una m

o, Valeria -dijo, su voz

in traicionar ninguna emoción. Era exactamente

ida de una extraña mezcla de autoridad y algo casi como lást

eléfono, mi mirada enc

lo haga, ¿no

e in

acer que esto desaparezc

alegría-. Has hecho un trabajo maravilloso

los recientes problemas de mi padre con el alcohol. Héctor, entonces solo un adolescente, había aparecido de la nada, sus puños volando, defendiendo mi honor con una ferocidad qu

era mi

gunté, mi voz peligrosamente tranquila-. ¿A Ámbar

dose una mano

. Solo discúlpate. Di que lo si

ojos entrecerrados-. ¿Me aceptarás de vu

su respuesta no dicha. No podía. No lo haría. No mientras Ámbar siguiera en el cua

je finalmente, mi

stello de sorpresa en sus ojos. No e

ción -continué, mi

un atisbo de sos

cond

Era un acuerdo prenupcial, redactado años atrás, antes de nues

, extendiéndoselo

eer las nuevas cláusulas. Cortaba todos los lazos, todas las reclamaciones, todas las obligaciones financieras. Era una disol

una mezcla de conmo

a, ¿qué

rme-. Fírmalo. O no hay disculpa. Y dejaré que los med

a librándose en sus ojos. Su reputación. Su carrera

bra, garabateó su firma en la parte inferior de la página. Ni siquiera leyó la últim

, fría y estimulante. Había fi

o mis labios-. Estaré allí. En la co

ó, con los hombros caídos, sus pasos pesados. Pare

? ¿Su control sobre mí?

había perdido a mí. Porque yo me h

iéndose hacia mí, un destell

tás... estás

blanco. Dudó un momento más, luego se fue,

me levanté, mis movimientos lentos y deliberados. El acuerdo,

envolví en una bata de seda y entré en la

a de reporteros, cámaras parpadeando, micrófonos extendidos. Héctor estaba en el podio, su

si imperceptiblemente. Un destello de

za en alto, mi mirada inquebrantable. Los reporteros dirigieron s

míos. Parecía inseguro, casi suplicante. Esperaba que siguier

emblorosa. Pareció momentáneamente aturdido, lue

eros, luego posándose en Ámbar, que parecía engreída y triunfante. Finalmente, mis o

é, mi voz clara y firme, cort

la preocupación, se relajó ligeramente. Pensó que

i voz inquebrantable

e abrieron de par en par, un destello de alivio en ellos.

comparado con lo que ustedes hicieron, Héctor Rivas, y tú, Ámbar Soto. Y

risa triunfante de Ámbar se disolvió en una mi

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