Un amor retorcido: El amargo sabor de la traición
Monten
ligero. La confrontación con Héctor y Ámbar me había agotado, pero también ha
ico se desdibujaban en un torrente indistinguible. Mi destino: la ofi
lo menos. En cuestión de horas, tenía una nueva identidad, un nuevo comienzo. El peso del pasado, aunqu
e. Caminé por las habitaciones familiares, cada una una reliquia de una vida que ya no era mía. El piano de cola en la sala, un regalo de mi padre.
i familia, tomada años atrás, antes de que todo se desmoronara. Mi padre, radiante, con el brazo alrededor de mi madre. Yo, una chica despreocupada y v
tangible de mi pasado que me llevaría. Un recordatorio
abían detenido. El silencio, inicialmente una fuente de inquietud, se transformó lentamente en una paz frágil. Por pr
paz, sin embargo, f
añana. Era Héctor. Mi corazón dio un vuelco, un nudo familia
rgada de una furia apenas cont
ignorancia. Mi mente, sin embargo, ya estaba acelerada
o-. Ámbar está en el hospital. Tiene una muñeca fracturada y u
iones habían tenido consecuencias. Bien. Que Ámbar sufri
a y distante-. Quizás debería t
de indignación-. ¡Esto no es u
z endureciéndose-. ¿Y qué hay de mi madre? ¿Sus h
gado escapó d
te, Valeria. Es
justicia" a incriminar a un hombre inocente, destruir a su familia y lleva
ijo, su voz peligrosamente baja-. Ámba
me acusarán, Héctor? ¿De agresión? ¿Después de todo lo que me
solución escalofria
que dirija la acusación. Quiero ver la cara del hombre que destruyó mi vida, el ho
so. Había esperado miedo, lágrimas, súplicas de pied
una emoción que no pude descifrar del todo-. H
ía y dura-. Tú la mataste. La enterraste
vacío me invadió. Finalmente me había mantenido firme. Finalmente había contraatacado. Pero la vi
ágrima escapando, trazando
dome. Me quedé dormida, una paz frág
irada fría y penetrante estaba sobr
nvuelto en sombras, sus ojos brillando en la tenue luz. Ha
plana, desprovista de
a intensa, ilegible. El silencio se alargó, espes
bló, su voz ba
ega a retira
bur
no. Le encanta h
mi sa
pequeño berrinche en el cementerio está en todas las noticias. Te
gada de amarga ironía-. El gran fiscal, Héctor Riv
itulares, publicaciones en redes sociales y artículos de noticias, todos pintándome como una m
o, Valeria -dijo, su voz
in traicionar ninguna emoción. Era exactamente
ida de una extraña mezcla de autoridad y algo casi como lást
eléfono, mi mirada enc
lo haga, ¿no
e in
acer que esto desaparezc
alegría-. Has hecho un trabajo maravilloso
los recientes problemas de mi padre con el alcohol. Héctor, entonces solo un adolescente, había aparecido de la nada, sus puños volando, defendiendo mi honor con una ferocidad qu
era mi
gunté, mi voz peligrosamente tranquila-. ¿A Ámbar
dose una mano
. Solo discúlpate. Di que lo si
ojos entrecerrados-. ¿Me aceptarás de vu
su respuesta no dicha. No podía. No lo haría. No mientras Ámbar siguiera en el cua
je finalmente, mi
stello de sorpresa en sus ojos. No e
ción -continué, mi
un atisbo de sos
cond
Era un acuerdo prenupcial, redactado años atrás, antes de nues
, extendiéndoselo
eer las nuevas cláusulas. Cortaba todos los lazos, todas las reclamaciones, todas las obligaciones financieras. Era una disol
una mezcla de conmo
a, ¿qué
rme-. Fírmalo. O no hay disculpa. Y dejaré que los med
a librándose en sus ojos. Su reputación. Su carrera
bra, garabateó su firma en la parte inferior de la página. Ni siquiera leyó la últim
, fría y estimulante. Había fi
o mis labios-. Estaré allí. En la co
ó, con los hombros caídos, sus pasos pesados. Pare
? ¿Su control sobre mí?
había perdido a mí. Porque yo me h
iéndose hacia mí, un destell
tás... estás
blanco. Dudó un momento más, luego se fue,
me levanté, mis movimientos lentos y deliberados. El acuerdo,
envolví en una bata de seda y entré en la
a de reporteros, cámaras parpadeando, micrófonos extendidos. Héctor estaba en el podio, su
si imperceptiblemente. Un destello de
za en alto, mi mirada inquebrantable. Los reporteros dirigieron s
míos. Parecía inseguro, casi suplicante. Esperaba que siguier
emblorosa. Pareció momentáneamente aturdido, lue
eros, luego posándose en Ámbar, que parecía engreída y triunfante. Finalmente, mis o
é, mi voz clara y firme, cort
la preocupación, se relajó ligeramente. Pensó que
i voz inquebrantable
e abrieron de par en par, un destello de alivio en ellos.
comparado con lo que ustedes hicieron, Héctor Rivas, y tú, Ámbar Soto. Y
risa triunfante de Ámbar se disolvió en una mi