Un amor retorcido: El amargo sabor de la traición
Monten
plotó en una cacofonía de gritos y flashes de cámara. Los micrófonos me apunt
tenegro, ¿a q
tractando de
secuencias
z, aunque tranquila, cort
o Montenegro, es u
porteros, sintiendo un nuevo e
do que su padre
, señorita
ne pr
risa corta
ren saber lo que Héctor Rivas y Ám
staba rígido, su rostro pálido, sus ojos abiertos de par en par por la conmoción. Ámbar, con el
ira justa-. Fabricaron pruebas. Manipularon el sistema de just
iones. Héctor, finalmente saliendo de su estupor, comenzó
abes lo que estás diciend
se había roto. La verdad, largamente rep
se abrió paso al frente, metiéndome
stá acusando a un respet
un brillo frío y p
ia, arruinar la vida de mi padre y permiti
o, un arma en mi mano. Miré alrededor de la sala, a los rostros lleno
no-, cualquiera que se atreva a acusarme de estar desquiciada, recuerden esto: la verd
tra el podio, la carcasa de plástico rompiéndose con un crujido n
ilia de nuevo -advertí, mi voz ba
jos. Mi ira, cruda y sin filtros, flotaba pesadamente en el aire, una amenaza palpable.
salida, con la cabeza en alto, dejando atrás una sala llena de reportero
r, desesperada y cargada de
o, sus dedos clavá
Valeria? ¿Qué
na mueca de desprecio
, Héctor. Algo con lo que c
lameando con una mezcla de ira y pánico-. ¡T
s labios-. Ya la destruiste tú, Héctor. En el momento en qu
rraron, un fuego fr
Ámbar... eso es exactamente lo que
ba ningún argumento por hacer, ninguna súplica por escuchar. E
tó detrás de mí, su voz llen
stino estaba claro. El Registro Civil. Era hora
de simpatía y curiosidad. Firmé los papeles del divorcio, mi mano firme, mi corazón un dolor hueco en mi pe
lante, casi cegadora. Era libre. Libre de su control. Libre de sus
esperdiciados. Años pasados amando a un hombre que me había traicionado de la manera más
staba cansada. Increíblemente cansad
do. Mis acusaciones contra Héctor y Ámbar estaban por todas partes. La sección de coment
de Héctor, una mirada de falsa vulnerabilidad en su rostro. Estaban en un hospital, un fotógrafo de prensa claramente presente.
una maestra de la manipulación, una serpiente venenosa con piel humana. Y H
es. Con unos pocos toques rápidos, publiqué la foto, agregando un simple pie de foto: "Algunas personas simplemente no pu
tando. Sentí una oleada de sombría satisfacción. Que se retorc
cando mis labios. Esta era mi guerra.
as llaves se sentían pesadas en mi mano. El lug
oscura, pero una tenue luz se derramaba
Por supuesto.
pecho de Héctor. Él le acariciaba el cabello, su rostro grabado con preocupación. Parecían la pareja p
se abrieron con un destello de miedo. Instintivamente se apretó
emoción diferente. Decepción. Una decepción pro
una cansada resignación-. ¿Qué fue es
i voz firme, sin traicionar nada de la ag
reciéndose-. Me humillaste, Valeria. D
sa amarga escapando de mis labios-. En el momento en que elegiste tu ambición po
la presencia de Héctor, s
a, Héctor. Tenemos que h
lameantes-. No tienes idea de lo q
nente, su sombra cayendo sobre mí. Pa
. Estoy agotado. No
Tú empezaste esta pelea, Héctor. Le declaraste la guerr
ándose una mano por su
que ahora lloraba abiertamente, con el rostro enterrado en las manos-. Mira
da se e
me con sus lágrimas, Héctor. Conozc
sonido lar
hacia mí, sus ojos llenos de una extraña y clínica preocupación
ería que me internaran. Para silenciarme. Para desacr
un susurro, pero cargada de un filo peligroso-. ¿Es ese
sitaba. Un pavor escalofriante se instaló en mi estómago. L