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Un amor retorcido: El amargo sabor de la traición

Capítulo 4 

Palabras:1681    |    Actualizado en: 26/11/2025

Monten

plotó en una cacofonía de gritos y flashes de cámara. Los micrófonos me apunt

tenegro, ¿a q

tractando de

secuencias

z, aunque tranquila, cort

o Montenegro, es u

porteros, sintiendo un nuevo e

do que su padre

, señorita

ne pr

risa corta

ren saber lo que Héctor Rivas y Ám

staba rígido, su rostro pálido, sus ojos abiertos de par en par por la conmoción. Ámbar, con el

ira justa-. Fabricaron pruebas. Manipularon el sistema de just

iones. Héctor, finalmente saliendo de su estupor, comenzó

abes lo que estás diciend

se había roto. La verdad, largamente rep

se abrió paso al frente, metiéndome

stá acusando a un respet

un brillo frío y p

ia, arruinar la vida de mi padre y permiti

o, un arma en mi mano. Miré alrededor de la sala, a los rostros lleno

no-, cualquiera que se atreva a acusarme de estar desquiciada, recuerden esto: la verd

tra el podio, la carcasa de plástico rompiéndose con un crujido n

ilia de nuevo -advertí, mi voz ba

jos. Mi ira, cruda y sin filtros, flotaba pesadamente en el aire, una amenaza palpable.

salida, con la cabeza en alto, dejando atrás una sala llena de reportero

r, desesperada y cargada de

o, sus dedos clavá

Valeria? ¿Qué

na mueca de desprecio

, Héctor. Algo con lo que c

lameando con una mezcla de ira y pánico-. ¡T

s labios-. Ya la destruiste tú, Héctor. En el momento en qu

rraron, un fuego fr

Ámbar... eso es exactamente lo que

ba ningún argumento por hacer, ninguna súplica por escuchar. E

tó detrás de mí, su voz llen

stino estaba claro. El Registro Civil. Era hora

de simpatía y curiosidad. Firmé los papeles del divorcio, mi mano firme, mi corazón un dolor hueco en mi pe

lante, casi cegadora. Era libre. Libre de su control. Libre de sus

esperdiciados. Años pasados amando a un hombre que me había traicionado de la manera más

staba cansada. Increíblemente cansad

do. Mis acusaciones contra Héctor y Ámbar estaban por todas partes. La sección de coment

de Héctor, una mirada de falsa vulnerabilidad en su rostro. Estaban en un hospital, un fotógrafo de prensa claramente presente.

una maestra de la manipulación, una serpiente venenosa con piel humana. Y H

es. Con unos pocos toques rápidos, publiqué la foto, agregando un simple pie de foto: "Algunas personas simplemente no pu

tando. Sentí una oleada de sombría satisfacción. Que se retorc

cando mis labios. Esta era mi guerra.

as llaves se sentían pesadas en mi mano. El lug

oscura, pero una tenue luz se derramaba

Por supuesto.

pecho de Héctor. Él le acariciaba el cabello, su rostro grabado con preocupación. Parecían la pareja p

se abrieron con un destello de miedo. Instintivamente se apretó

emoción diferente. Decepción. Una decepción pro

una cansada resignación-. ¿Qué fue es

i voz firme, sin traicionar nada de la ag

reciéndose-. Me humillaste, Valeria. D

sa amarga escapando de mis labios-. En el momento en que elegiste tu ambición po

la presencia de Héctor, s

a, Héctor. Tenemos que h

lameantes-. No tienes idea de lo q

nente, su sombra cayendo sobre mí. Pa

. Estoy agotado. No

Tú empezaste esta pelea, Héctor. Le declaraste la guerr

ándose una mano por su

que ahora lloraba abiertamente, con el rostro enterrado en las manos-. Mira

da se e

me con sus lágrimas, Héctor. Conozc

sonido lar

hacia mí, sus ojos llenos de una extraña y clínica preocupación

ería que me internaran. Para silenciarme. Para desacr

un susurro, pero cargada de un filo peligroso-. ¿Es ese

sitaba. Un pavor escalofriante se instaló en mi estómago. L

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