icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Cuando el amor muere y los recuerdos se desvanecen

Cuando el amor muere y los recuerdos se desvanecen

Autor: Gavin
icon

Capítulo 1 

Palabras:2104    |    Actualizado en: 14/11/2025

fui yo quien, en secreto, le salvó la vida con una donación de médula ósea. Y

mas", riéndose mientras m

mi abuela. También

mil millones de pesos para conseguir el dinero para su tratamiento.

zte de

me rendí. Él siempre creería las mentiras de su amante -m

e borrara cada recuerdo de él. Ahora, él está frente a mí, un hombre roto suplicando perdón,

ítu

ista de So

Cristóbal del Monte creía sobre mí. Dos policías, con rostros sombríos bajo el duro resplandor de la patrulla, estaban en mi puerta, su presencia invadiendo el aire mismo que

intermitentes como sueños rotos. La pequeña bailarina, que antes giraba con gracia, ahora era solo un torso sin cabeza, su sonrisa pintada una burla de mi propia agonía i

é demonios est

o. Estaba de pie junto a la chimenea, su traje de diseñador perfectamente p

garme? ¿Tan dese

esperanza que me quedaba. Mis mejillas ardían de vergüenza, n

anifestación física de los nudos emocionales dentro de mí. Presioné una mano contra mi abdomen, tratando de contener la herida invisible, pero fue inútil.

eñado el silencio. Por mi abuela, me decía a mí misma. Por sus facturas médicas. Había construido muros alrededor de mi corazón, ladrillo a ladrillo doloroso, para r

sus ojos desprovistos de calidez. "La viva imagen de la inocencia. N

n corte fresco, sangrando en las heridas abiertas que ya había infligido.

ndo cualquier destello de reconocimiento, cualquier indicio del hombre que una vez pensé que podr

uecas, incluso para mí. No

na, un sonido que me

vidaría que me atrapaste en esta farsa de

s, usualmente tan cautivadores,

, Sofía. Siempre

retorcida narrativa que no

de nuevo, d

favor, solo escucha.

su voz subiendo

ñarme, igual que engañaste a todos los demás para que pensaran que eres una

bra cerniéndose sobre mí, hac

les, con una expresión escalofri

entó drogarme, y cuando me negué, se p

ar hablando en serio. Mis piernas se sintieron c

vueltas, tratando de procesar la pura audacia de su mentira. ¿Cómo podía? ¿Cómo podía caer tan bajo? La traición me

na mujer de rostro seve

sitamos que n

realidad de la situación se derrumbó sobre mí, pes

ue detuviera esta locura. Mi dignidad, ya hecha jirones, sentía que estaba siendo destrozada. La vergüenza era un infier

falsa preocupación, una cruel vuelta de tuerca. "Solo lo estás

na ejecución pública,

ristóbal sacó su teléfono. Marcó rápidamente, su

de atacarme. Intentó drogarme

Él sabía cuánto significaba para mí, lo delicada que

abalancé hacia adelante, mi desesperación superando todo sentido de

or arrebatárselo, por detener las palabras que seguramente le

lorosamente, un crujido agudo resonó en la habitación silenciosa. Grité, un sollozo ahogado escapan

tóbal! ¡No hagas

tro, nublando mi visión. Mi abuela era todo lo qu

iró, sus ojos despr

Merece saber la clase de m

a burlona jugando en sus labio

vens

me dio la espalda, alejándose sin una mirada atrás, desapareciendo en las sombras de

ar una manera, cualquier manera, de advertir a mi abuela. Busqué a tientas mi propio teléfono, mis dedos torpes por

y demacrado, la noticia ya se había difundido. Corrió hacia m

¿qué pasó? La abu

e sordo contra mi ya fractu

o. Me desplomé contra la fría banca de metal, lágrimas calientes co

las palabras atascándose en mi garganta. "Le

anta sofocante, pe

ombre corpulento con ojos d

afirmaciones falsas para explotar su riqueza". Su voz era plana, acusatoria. "Y su he

físico. Cora. Mi propia hermana. Se ha

el pecho, su rostro tornándose de un alarmante tono rojo. "Sofía nunca...". J

endió sobre la delegación como buitres, sus cámaras destellan

intentó drogar a su esposo, Crist

áspera gritó, sus ojos

nista cazafortunas que atrapó a u

pero su voz se perdió en la cacofonía. Se tambaleó, su mano todavía agarrada a

amente que siempre ha estado celosa de su rela

palabras eran agujas, pinchando las heridas más profundas, retorciendo aún más el

ada por llegar a mi tía, cuyo rostro ahora estaba contorsionado por la ago

po convulsionando violentamente. Sus ojos se pusier

i garganta. La vista de ella, tan frágil y rota, rompió algo dentro de mí

cruel de los reporteros. Sus flashes estallaron, iluminando la escena del colapso de mi tí

e se convirtió en sinónimo de codicia y engaño. El estrés, la humillación, la pura crueldad de todo fue demasiado para el ya frágil corazón de mi abuela. Los rostros de los médicos,

Obtenga su bonus en la App

Abrir