El comprador
xan
ue lo que necesitaba comprar.
e la lujuria. No me quemaría en ellas.No p
ad que me controla,
mo para venderme lo que requiero y sal
rioso conmigo mismo, por querer más de ella, que lo que ya quie
nunciar a ella. Cada paso podrido de mis
que ondula al viento de mi deseo, es todo lo que un día q
loco. Un loco que ella desquicia y el sabor de su piel
o que debería y por eso, n
asqueroso pervertido que se excita con su in
mismo día que le a
certeza, desde el mismo día en que la ví,
re
n latía desbocado por el ardor
a a terminar arrastrando a sus tinieblas, sin que pudiera defend
a que podía seducirlo,
ntención, pero puede que fuera, la única maner
ombros y me abrazó, como la madre que ya no tenía y que ahora nece
espacho por su parte de afuera y sabía perfectamente, que aquel tempano de hiel
no se compadece d
helados brazos los que quería sentir sobre mi ardiente piel en este momento... Estab
io, me quema
,la puerta se abrió y si no hubiéramos estado recost
aso yo no lo
stros cuerpos como si fuéramos in
besó el pelo. Me acarició l
do, de sentir por primera vez, que es controlado por algo más que su tormento
laro? - era la segunda ve
y claridad en
y me dejó allí, después de acariciar mi m
rriando afuera me indica
go así, en una casa como
fuera de la ventana de la ha
che y con pesar ví, como Mery gu
ituación quizá p
con inteligencia y si él, no me daba
onde unas horas antes, él explo
ltimo piso. Pero sin embargo
ta vez iba decidida y con pisadas
vez anterior y cuando abrí s
blancas empolvadas por el evidente paso
ios de presencia física, en un
tenía ventanas ni puertas. No había espacio en aquel lugar que indic
me dijo que el hecho de que yo no entendier
uí no había, ni había ha
a mi pelo y lo r
a volvien
Alexander me hubiese sacado de allí, significaba que había algo, q
voz me hizo dar un grito y un salto. Llevé la
con la linterna de mi móvil,
nos miramos con los
argo, seguía vestida como hace un rato y abrumada por l
r ni disimulo. Se dejó observa
él estaba usando ahora mismo, así que no veía el problem
ó impasible - ni siquiera sé, porque quieres que esté desnuda
tró un sentimi
una imagen rabiosa
erbo y no lo practico- gruñó para mí y se
an cerca que eché a correr. Cerró la puerta antes de acercarse a mí y cada movimien
gundo portazo del día, dejánd
aporrear puerta
entirás. No lo permitiré - su tono era raro. Parecía como
a de mi voluntad, me has humil
o. Sin dejar
millado - contestó caminando hacia mí. Por
ás obligando. Eso es humillante. - sig
me detuve sorprendida - haré
ó y desde luego, borró todo rastro de la sensac
delante de mí, sin
as botas y cada vez que sus dedos rozaban
Y cuando fue subiendo, deslizando sus manos por mis rodillas, llegando a mis muslos y rozando el borde
los. El exquisito movimiento de sus dientes pellizcando sus comisuras y los azules ojos que parecían glaciales. Me había embelesado con su toque, sus caricias a