Amor por contrato, corazón en deuda
en la cama de dosel, se vestía con las prendas anónimamente elegantes que le habían proporcionado y desayunaba sola en la mesa de com
as, sus escándalos discretos y sus alianzas. Aprendió que a Alistair Vance le encantaba el jazz de los años 40 y detestaba la comida picante. Que la tía de Alexande
e, nacida en una familia adinerada de Boston, educada en Europa, historiadora del
ntos o dar una instrucción a Eleanor. Sus miradas se cruzaban en ocasiones, y en cada una, Olivia sentía el mismo escalofrío de evaluación. Él no v
una tarde lluviosa, cuando l
" (una subasta de caridad en Ginebra) y "cuál fue su primera cita" (un paseo privado por los ja
-. El señor Vance la requiere. Su abuelo ha tenido
un vuelco. -¿Esta noche
flema habitual-. Es la oportunidad perfecta. Una cena ín
cabello, alisado hasta la perfección, cayó en ondas suaves sobre sus hombros. Su maquillaje, natural pero impecable, realzó sus pómulos y ocultó las sombras de insomnio
ro que parecía fundido a su cuerpo. Sus ojos grises la recorrieron de arriba abajo, y por un instante, Olivia creyó ve
o una pregunta, sino
stándose mentalmente la
una mezcla limpia de jabón de cedro y algo intenso y masculino-. Sonría. Asienta. No hab
un santuario de lujo contra la enfermedad. Las máquinas médicas estaban discretamente escondidas detrá
hilo y cristalería de Waterford. Era la versión espectral de su nieto: la misma mandíbula fuerte, los mismos ojos gri
clara-. Por fin me presentas a la
no con un gesto que a Olivia le pareció genuinamente afect
o: cálida, pero no efusiva. Elegante, pero no distante. -Es un hon
ícara-. ¿Y te dijo también lo que un vie
Olivia, recordando una línea del guion-. Y que su amor p
ndido. Siéntate, hija. Cuéntame, Alexander dice
emente. -El Renacimiento italiano, principalmente. Aunque últimamente me
es, no una historiadora. Pero había leído lo suficie
e el mantel, era firme y cálida. Su mirada, cuando se posaba en ella, simulaba un afecto tranquilo. Era un actor consumado. Olivia respondió en amabilidad, rie
su voz un poco más débil-. Este muchacho -señaló a Alexander con la cabeza- siem
ar. -La calidez es fácil de encontrar cuando se está al lado de
para Alistair parecería cariñoso, pero que
on con promesas de volver pronto. En el ascensor, en el silencio repent
el cuello de la camisa-.
aba. Había puesto toda su energía, toda su concentración, en e
-preguntó, incap
genuino en sus ojos: irritación. -No espere halagos, O
n una palabra. Olivia subió a su habitación, se quitó el vestido de seda esmeralda y se quedó mirando su reflejo en el espejo del b
ra. Luego, se puso un cómodo pantalón de yoga y una camiseta, la única ropa que había logrado resc
a pasado la primera prueba. Había sido "aceptable". Pero en lugar de alivio, solo sentía un vacío profundo y r
ima vez esta máscara? ¿Quedaría algo de la verdadera Ol