Amor por contrato, corazón en deuda
nder que la mansión no era solo una casa; era el termómetro de un ecosistema social perfectamente aislado. Cada crujido del parqué de roble bajo sus pies, cada susurro discreto d
abitaciones tan vastas que su voz producía un eco tenue. Alexander era un fantasma que cruzaba su camino en una coreografía de ausencias calculadas: un cruce silencioso en un pa
una llamada telefónica. Olivia estaba en la biblioteca, intentando memorizar los intrincados lazos entre los accionistas de
ue aún le sonaba ajeno y cortante-. Hay una llama
y el propio Alexander, sabía su paradero, un dato que s
a leve inclinación de cabeza que no logró oculta
ana menor del difunto padre de Alexander. Tomó la llamada con la mano
go! Este lugar es una fortaleza, querida, una verdadera fortaleza. Sólo quería saber cómo te estabas
por si extrañaba su "vida tan cultural en Boston", por si Alexander, "pobre hombre, siempre tan ensimismado con
sereno, el que había practicado frente al espejo-. Y la casa es
ue no está acostumbrado. La última vez que alguien intentó mudarse tan rápido, bueno... -hizo una pausa cargada de intención-. Fue la ma
e la habitación, tan frías y pesadas como la piedra de la chimenea. "No terminó bien". "Se la tragó". Era la primera vez q
sus cubiertos contra la porcelana de Limoges resonaba con tristeza-, Olivia observó a Alexander con nuevos o
ionó Olivia, rompiendo el hielo
del cuchillo de trinchar. Solo fue un instante, un parpadeo de reacción
emasiado tiempo libre y muy pocos escrúpulos. Co
asa -insistió Olivia, sintiendo que pisaba
ivia -su voz era tan gélida como el mármol de Carrara de la mesa-. Hay líneas que
asustarla, la curiosidad de Olivia se avivó. Beatrice no era solo una chismosa
vio después del aire filtrado y estancado del interior. Mientras paseaba por un sendero de grava blanca, un hombre alto y desgarbado, con una sonrisa fácil y
siva energía-. Sebastian Vance. El primo... bueno, el primo con suert
ncia de Alexander. Su apretón de mano fue fi
-comentó Olivia, recolocando su máscara de
La sangre es más espesa que el agua, y más pegajosa. Nunca puedes deshacerte del todo de nosotros. -Su mirada, vivaz y calculadora, recorrió el jardín bien cuidado y luego se posó en ella, escrutándola de arriba abajo-. Au
forma descarada frente a la entrada principal. Olivia se quedó inmóvil, la brisa repentinamente fría contra su nuca. Beatrice de
pesada puerta de roble estaba entreabierta, derramando un haz de luz cálida sobre el
un informe. En sus manos, tenía una pequeña fotografía en un marco de plata. La luz temblorosa iluminaba su perfil, y la expresión que vio Olivia le quitó el aliento. No era la del e
se le quedó grabada a fuego. Alexander Vance no era solo su carcelero, el arquitecto de esta farsa. También era un prisionero. Y Bl
ngañar a un anciano enfermo. Ahora tenía que aprender a navegar entre las sonrisas envenenadas y las advertencias veladas de una familia que veía su presencia como una a