La chica de Vincenzo: Venganza por mi traición mafiosa
ía
que salí del coche, sentí sus ojos sobre mí. Cada invitado, cada sicario, cada socio de negocios. Esta noche
la parte baja de mi espalda, guiándom
victoriosa jugando en sus labios. Sus ojos encontraron los míos a través
o una dulzura falsa. La multitud se abrió
tenso que solo ella y Damián podían oír-. ¿C
Elena era impecable-. No sé a qué te r
-dije, las palabra
áscara no solo se cayó; se hizo añicos. Su rostro, tan inquietantemen
reves?
ntinamente silencioso. Mi cabeza se giró hacia un lado, mi mejilla ardiendo co
taba allí, su rostro una máscara fría e impasible. No hizo
envalentonó. Una luz salvaje
illó, su voz cruda con unos celos tan profundos que eran pat
rrador que rasgó el silencio, tiró de la tela hacia abajo. Se deshizo como papel, exponiendo mi hombro, mi fond
ferma y ansiosa. Me quedé allí, expuesta y humillada, mis brazos c
tratando de proteger el pequeño premio gordo. Pero no es un
ó hacia la sala, hacia los rostros lascivos de Chuy
on triunfo-. La subasta fue solo una for
o largo y cui
me van a entretener. Van a tomar a esta sustituta, aquí mismo,
miéndose los labios, sus ojos ardiendo con un hambre asquerosa. Pancho y otros dos homb
tillas como un pájaro atrapado. Mis ojos encontraron a Da
tro estaba vacío. Era un
bañando mi cara. Extendió la mano, sus dedos gr
la cuenta, re
el desnuda. Era esto. El final. Nadie v
dedos estaban a punto de hac
tada con una fuerza que hizo temblar los candelabros de cristal. La madera se ast
en granito, vestido con un traje impecablemente cortado que no podía ocultar el poder puro
o necesitaba. Su sola
escena con una calma escalofriante y depredadora. Vio el círculo lascivo de hombres, mi vestido rasgado, l
rdidos por la violenta intrusión. La ma
da en sus ojos fue reemplazada por un destello de algo crudo y paternal. Luego, esa furia r
on Vicente Morales, su voz un retumbo bajo y