El Secreto Mortal de Mi Esposo Mafioso
de S
espacio de cristal ahumado y acero negro que ofrecía una vista divina de la ciudad. Ha
e algo que él había dicho. Su presencia aquí no era una visita social; era una jugada de poder,
su sonris
a y tráeme un café.
osa del Don, como a una sirvienta. Los hombres de Dante observaban, sus rostros cuid
nte semanas. En ese momento, sentí que la última bra
voz una máscara perfec
itud. Cuando regresé, caminé hacia el escritorio. Isabella se levantó en un solo movi
rde de la taza, directamente sobre mi
deé, dejando caer la taza y el plato. S
gritó Isabella, pero sus ojos bril
o hacia ella. Puso su brazo alrededor de ell
-preguntó, su voz t
No vio mi mano, ya
sa hacia mí, con el lab
alo. Y por el amor de Dios
veredicto, pronunciado ante toda su corte.
comparado con la certeza fría y dura que se instaló en mi alma. Esto no fue un acci
e había i
aba echando raíces. Una resolución sil