Atrapada en un matrimonio mafioso
cha, la que convertía mi alma en sinfonías. Mi esposo, Don Dant
que cada minuto que perdíamos arriesg
ró a nuestro hijo
qué c
amilla, con una calma e
crificio. Además -añadió-, si le
uego apenas comenzaba. Necesitaban mis celos, mis lágrimas, mi dolor, para alimentar
crueldad con una prueba. Finalmente lo vi por lo que era:
escalera, escuché la voz de
está llorando de ver
ó en el hospital, tomé los papeles que trajo. En nuestro mundo, la esposa de un Don no
ítu
e Ale
ano derecha, la que convertía mi alma en sinfonías. Mi
con el rostro tenso por el miedo-. La lesión de la señora Rossi es por aplastamiento. Los nervios, los h
es, el olor a antiséptico no lograba ocultar el tufo a hierro de su poder. Él dirigía a la familia Rossi, un imperio en expans
o de carne y hueso destrozado bajo el metal retorcido de nuestro coche. Miró a nuestro hijo de diez
-preguntó Dante, su
Había sido criado con una dieta de lealtad retorcida, enseñado que el amor era algo que debía ser probado, demostrado a través del dolor. Creía que mis celos, mi s
on. Entenderá el sacrificio. Además -añadió, con un destello calculador en sus ojos-, si le duele, significa
no. Puso una mano en el hombro de Nico, un elogio silencioso por interpretar correctamente las brutales leyes de su mundo. La
n zumbido sordo y plano. Los vi alejarse, la ancha espalda de Dante un muro de indiferencia, Nico trotando para seguirle el paso. Los vi a través de la ventana
rietas de esta fortaleza de concreto, se marchitó y murió en ese momento. No fue una explosión dramátic
duro y afilado como un diamante. Voy a salir de aquí. H
ño severo en los nervios... pérdida del control motor fino... permanente". Mi carrera com
ón. Dante y Nico continuaron su juego, rodeándome como tiburones que huelen sangre, esperan
consig
nterpretaba el papel de la obediente esposa del Don. Y cada noche, los evitaba. Mi abogado,
que normalmente evitaba, mis dedos rozaron un panel suelto detrás de una e
o para armas. Era una habitación. Una pequeña gal
ina sonrisa en mis labios. Yo llorando después de una de sus crueles pruebas. Yo en la ducha, el agua resbalando por mi cuerpo. Esta gal
os, la forma en que me miraba no como a una artista, sino como a una obra maestra que tenía que adquiri
menor escala. Trozos de mi ropa, un mechón de mi cabello cortado mientras dormía, un diario lleno de garabatos infan
ra amor, por retorcido que fuera, se hizo a
a mesita de noche. Metódicamente, rompí cada foto nuestra, de nuestra familia, en pedazos diminu
ebración. Seraphina se había mudado a una de las alas de invitados,
e -anunció Nico en la mesa, jugando con la comida en s
dí. Seguí
ncia. Odiaba ser ignorado. Era un desafío a su a
inión -dije,
frente a mí, sonr
ablemente todavía está m
o, esperando una reacción. No les di nada. Mi corazón era un lago congelado. Po
érgica a un tipo específico de chocolate amargo, una alergia que causaba un shock anafiláctico. Se había
ntenida. Era otra prueba. Una prueba de lealtad a muerte. ¿Comerí
sonrisa tocó mis la
ho, sin relación alguna con el chocolate. Se me cortó la respiración. Mi
or un segundo, pareció preocupación genui
Ma
aphina soltó
vino! -Levantó la mano, una pequeña gota
los ojos de Dante desapareció, reemplazado por la familiar máscara de cuidado performativo po
bien,
ver, dé
. No podía respirar. Mi cuerpo se desplomó hacia adelante, mi cabez
d me envolviera fue la voz de Dante, cargada d
s, Alessia. Deja de