Atrapada en un matrimonio mafioso
de D
ssi no se divorciaban. Nuestros matrimonios eran contratos sellados con sangre y tradición, lazos
u voz desprovista
se rió a
sa tontería, Dante, y vámono
istió Nico, tirando de mi ma
ateé mi nombre en la línea de la firma sin leer una sola palabra. Era un trozo de pap
uego terminara. En cambio, se quedó allí, con los ojos tan vacíos como un cielo de invie
o un bloque de hielo. Era la ausencia de su dolor. Estaba tan acostumbrado a alime
es contra ella. Ostentamos nuestra fachada de familia feliz, esperando quebrar su exterior cong
o. Una sacudida leve. Seraphina, siempre la actriz, gritó que su tobillo lesionado le dolía
ina quien
. Alessia es
mente quieta, sin hacer un sonido, solo mirándome con esos ojos muertos. Por un momento, dudé. U
la costumbre,
dije, volviéndome par
ó Nico, su voz una imita
ionó contra la herida ella misma. Se ocupó de su propio dolor. No
, planeaba un movimiento. Una advertencia. Querían demostrarme que podían tocar
s gritaban, las alarmas sonaban. Se las había
las, a metros de distancia. Y atada a cada una de ellas había una bomba, los temporizadore
iempo -gritó Luca, mi soldado de may
utiva clave en mi empresa fachada legítima. Perderla sería una pesadilla logística. Alessia... Alessia e
ricos me impulsaron. Era la elección lógica. La e
do contraste con los chillidos de Seraphina. Fue esa calma l
mente en las atad
las palabras sabiendo a ceniza en m
iré. No
alíamos tropezando al aire nocturno, ella miró por encima de mi hombr
era un movimiento de una familia rival. Esto era una prueba. Su prueba. Seraphina había orquestado todo. El
que cualquier cosa que hubiera sentido, me
s, un rugido ensordecedor de fuego
e mi mundo acababa de extinguirse, y yo fui quien dejó que el fuego la consumier