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Del peón de él a la reina de ella

Capítulo 2 

Palabras:1234    |    Actualizado en: 12/09/2025

s rubios perfectos, sus ojos de un azul amplio e inocente. Llevaba un sencillo vestido

a mañana siguiente y le ofreció

ho todo esto. Espero

ijamente a la chica que había desm

detrás de Camila, colocando

favoritos. -Le sonrió con una calidez que Catalina nunca había conocido. Trataba a la

lina, y la calidez se desvaneció,

je que Camila se queda ahí ahora. Haz que el per

atalina, su

gió su padre, su ro

a habitación de mi madr

dice! Eres una mocosa malagradecida, y es exactamente por eso

trás del Senador como si las palabr

on ella. Es mi culpa. Puedo quedar

nte al volverse hacia ella-. Te mereces lo mejor.

humor escapó de lo

ie

acia el ala de invitados, si

ees que vas?

jo ella sin

semanas! ¡No puede

rrey para la boda. Ese fue nuestro trato. Estoy cumpliendo mi parte. El trato no incluí

miró atrás. La jaula dorada de la dinastí

suite presidencial, cargándola a la cuenta principal de la fami

ompras como si no

do. Vestidos que nunca usaría, zapatos con los que nunca caminaría, joyas que podrían financiar un país pequeño. Cada pasad

tarde, su voz te

ciendo? ¡Has gastado más de veint

lar de diamantes, sus f

para tu beneficio político. Creo que tengo derecho

i hija! ¡Tú mi

mente-. Tan pronto como me case con un m

uero y diamantes. Su objetivo era simple: drenar hasta la última gota de dinero líquido de las cuentas de

saje iluminó su teléf

de es

e ella, una parte estúpida y tonta, quería contar

ara mi boda", t

resp

o educado pero firme, que su tarjeta había sido rechazada. Su padre había congelado la cuenta

hizo dejarla en el centro de la ciudad. Tenía miles de dólares

o. Esta era su armadura para su nueva vida en Monterrey

. En toda su vida, rodeada de los poderosos e influyentes, nunca h

r como una fortaleza. La seda de su vestido se sentía delgada contra el viento cortant

e, un grupo de borrachos se tambaleó hac

as palabras uno de ellos, sus ojos recorrién

de pie, con la

ense

rió y dio un

O

uerta se abrió y Alejandro Cienfuegos salió. No miró a los hombres.

ra de poder frío y peligroso que se aferraba a Alejandro era

mirada recorriendo su equipaje,

no pudo identificar. No era preocupación. Era... fastidio. Como si

, su orgullo herido-. Estoy

No era una petici

pero su cuerpo temblaba y el miedo del encuentr

dejando atrás su breve y miserable vida en las calles. Sintió una ola de humillación tan profunda que ca

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