Del peón de él a la reina de ella
s rubios perfectos, sus ojos de un azul amplio e inocente. Llevaba un sencillo vestido
a mañana siguiente y le ofreció
ho todo esto. Espero
ijamente a la chica que había desm
detrás de Camila, colocando
favoritos. -Le sonrió con una calidez que Catalina nunca había conocido. Trataba a la
lina, y la calidez se desvaneció,
je que Camila se queda ahí ahora. Haz que el per
atalina, su
gió su padre, su ro
a habitación de mi madr
dice! Eres una mocosa malagradecida, y es exactamente por eso
trás del Senador como si las palabr
on ella. Es mi culpa. Puedo quedar
nte al volverse hacia ella-. Te mereces lo mejor.
humor escapó de lo
ie
acia el ala de invitados, si
ees que vas?
jo ella sin
semanas! ¡No puede
rrey para la boda. Ese fue nuestro trato. Estoy cumpliendo mi parte. El trato no incluí
miró atrás. La jaula dorada de la dinastí
suite presidencial, cargándola a la cuenta principal de la fami
ompras como si no
do. Vestidos que nunca usaría, zapatos con los que nunca caminaría, joyas que podrían financiar un país pequeño. Cada pasad
tarde, su voz te
ciendo? ¡Has gastado más de veint
lar de diamantes, sus f
para tu beneficio político. Creo que tengo derecho
i hija! ¡Tú mi
mente-. Tan pronto como me case con un m
uero y diamantes. Su objetivo era simple: drenar hasta la última gota de dinero líquido de las cuentas de
saje iluminó su teléf
de es
e ella, una parte estúpida y tonta, quería contar
ara mi boda", t
resp
o educado pero firme, que su tarjeta había sido rechazada. Su padre había congelado la cuenta
hizo dejarla en el centro de la ciudad. Tenía miles de dólares
o. Esta era su armadura para su nueva vida en Monterrey
. En toda su vida, rodeada de los poderosos e influyentes, nunca h
r como una fortaleza. La seda de su vestido se sentía delgada contra el viento cortant
e, un grupo de borrachos se tambaleó hac
as palabras uno de ellos, sus ojos recorrién
de pie, con la
ense
rió y dio un
O
uerta se abrió y Alejandro Cienfuegos salió. No miró a los hombres.
ra de poder frío y peligroso que se aferraba a Alejandro era
mirada recorriendo su equipaje,
no pudo identificar. No era preocupación. Era... fastidio. Como si
, su orgullo herido-. Estoy
No era una petici
pero su cuerpo temblaba y el miedo del encuentr
dejando atrás su breve y miserable vida en las calles. Sintió una ola de humillación tan profunda que ca