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Del peón de él a la reina de ella

Capítulo 4 

Palabras:1167    |    Actualizado en: 12/09/2025

traía bebidas, se reía de sus chistes y mantenía una mano protectora en la parte baja de su espalda. E

o con ella. La calidez, la ternura, las muestras públicas de devoción, todo estaba reservado para Camila. Catali

su alrededor

an perfec

con ella. Ha p

alvaje de los Del Valle. Debe estar tan aliv

bebió su trago, el ardor del alcohol una di

escenario, anunciand

arecerían en una pantalla grande, y un invitado elegido tendría que

ta fue simple: "¿

respondió

iente Camila en una orilla ar

suave sonrisa tocando sus labios-. Solíamos

s montañas. Se lo había dicho una vez, en una rara noche en la que habían hablad

s, porque Camila tenía un golden retriever. Cada elección, cada respuesta, era un testimonio de su d

egunta final. El

Tienes que elegir. Si solo pudieras salvar

n en la pantalla, un

riendo dulcemente, la

espontánea de un evento de prens

na contuvo el aliento, una pequeña y estúpida chispa de esperanza encendiéndose en las ruinas de su corazón. Quizás, solo quizás,

bló, su voz c

o a C

hubiera existido. La sala estalló en aplausos. Era la respuesta perfec

la vuelta y se fue. Huyó al baño, el sonido de la fiesta desvaneciéndose detrás de ella

perse. Volvería a esa fiesta, con la cabeza en alto, y actua

bre le bloqueó el paso. Era uno de los borrachos del

sita está sola ahora -

o -dijo Catalina, su

ió y la

lo c

encontraron. Por un segundo, vio un destello de preocupación en su rostro.

ño y asustado grito vin

andro!

Ca

ndo acorralada por un depredador, a la puerta de dond

regreso a la fiesta, abandona

frente a e

lero de brillante ar

es, todo se fusionó en una furia al rojo vivo. No gritó. No lloró. Se acercó al pequeño carrito de bar

a avanzaba hacia él, el borde dentado de la botella ext

había agarrado el vidrio roto. El dolor físico era un lat

o caminaba hacia ella, con Camila aferrada

no! -gritó Camila, su voz gotea

ró, sus ojos fij

ó, su voz plana-. ¿Esta

o que estaba pasando. Sabía que Camila había fing

da. Tú puedes

darte sola. No era un cumplido. Era una excusa. Una excusa para abandonarl

na, una extraña calma inst

e, luego de vuelta a

na chirriando, sus neumáticos chillando sobre el pavimento. Iba demasiado rápido, fuera de control. Se dir

. Vio los ojos de Alejandro ab

ovió ha

protegiéndola con su cuer

dó completam

l y discordante de dolor y cristal

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