Propuesta escandalosa para una boda
ecamente-. Solo e
rbon? ¿whiskey? -a los labios. -La última vez que l
da. -Hay una diferencia entre ser rico de
insulto, sino como un hecho. Lo miré con el ceño fruncido. Pero entonces volvió a hablar-. No lo
hogo con
Ahora estamos llamando al embarque para nuestros pasajeros de Primera Cl
bajo de mi vestido para asegurarme de que no se hubiera enganchado con nada. Charles se levantó a
dijo, señalando
e un golpecito en la
amos nuestros pasaportes y tarjetas de embarque, y su mirada fija mientras caminaba por la pasarela frente a él. Miré hacia atr
teado, voz de seda y manos que probablemente me harían olvidar cómo decir m
ía pensado. Dos veces
ita Milton . 1A.
amarla así, me pertenecía. Las paredes que las bloqueaban eran lo suficientemente altas como para llegarme a los ojos, creando un espacio p
aparecer por la esquina de la cabina, sonriendo mientras rechazab
mer conjunt
é fija
ctico, dijo, deteniéndose junto a la puerta de la
eando -gemí-. Está dem
como si fuera algo normal, y la metió rodando justo dentro
acusé, entrecer
l de rendición mientras se apoyaba contra la pared exterior d
y agotada. Su sonrisa no se
AR
tre nuestros asientos como si t
s volando a 35.000 pies de altura, con la luz del cinturó
estaba grabado en mi maldita mente como una marca-, sino por cómo se mantenía firme. C
ustó
One que aún tuviera un asiento en suite esta mañana, para poder ver de primera mano cómo se sentía nuestra nueva im
ndo mi visión de un cabello castaño atado en el que quería hundir mis dedos, una piel ligeramente bronceada que parecía lo suficientem
po. Dios,
d. No debía de tener más de veinticinc
erme del botón que me observaba desde el otro lado de la suite, bajo la mampara, pero apenas lo entendí. Sabía para
el crujido de la gente preparándose para dormir. Me desabroché el cinturón y me dirig
lo, o bien conseguiríamo
la
bajara unos centímetros, lo justo para que
como un con
miraba desde su asiento, con el teléfono en la mano y las piernas cruzadas
sas desnudarte en tu suite?, pregu
ó, negando con la cabeza-.
tres, reflexioné, apoyando los ant
nos que haya eventos progr
n, al otro lado de las paredes de priva
es volver a co
entes. -No he l
tir también es
ndo las manos con las palmas hacia afuera. -Déjame que te
a italiana, dijo. -¿No deberías estar intentand
uermo
oca
os se curvó. Enérgica.
Conocía el poder del silencio, de ofrecer espacio y esperar a que algu
do las piernas para ponerse de pie-. Pero no me voy a pone
, dije, apartándome del b
u suite. Un segundo después, la seguía por el
abina atenuadas, un puñado de taburetes de cuero atornillados que no se caían con las turbu
ose al taburete con gracia y con ese caos que me a
go en los vuelos?, pregunté, apoy