La Tregua de Nuestros Corazones
ada piso bullía con la noticia de que Charlotte Blake e Isabella Fairchild, las dos abogada
e. Creía en la fuerza de las alianzas improbables. Y, de alguna manera, estaba seguro de que
tro tan neutro que se volvía casi un escudo. No había duda de que había nacido para ese escenario: la cost
esultaba terapéutico. Por un segundo, su mirada se perdió en la vista de la ciudad,
responder, el "ding" del ascenso
n. Llevaba una chaqueta negra sobre la blusa social, como si se negara a adoptar el uniforme invisible del
sobre la mesa y acomodándose frente a Isabella -
a inspi
r telenovela a nues
arqueó u
rama judicial? Rivalidad, tensión, apuestas
icó Isabella, volviendo la mirada a la
or lo bajo, cruz
aro,
engua. Fue automático, tal vez un reflejo de querer irri
a se tensó levemente, y el silencio que siguió fue
controlada, pero con una punzada de algo
vantando las manos en un gesto de r
én? - replicó Isabella
ueva York, había escuchado a Ramirez llamarla Izzy en una reunión a pue
umerando cláusulas contractuales, riesgos de imagen pública y posibles acuerdos extrajudiciales. Charlotte, por su part
otte, perdiendo la paciência -. Crees
replicó Isabella -. Es experie
así? - dijo Charlotte, inclinándose sobre
ó hondo, eligie
nalmente levantando la vista para en
s. Un silencio tan lleno de electrici
mismo momento, como si presinti
- preguntó, con una v
Isabella, en un tono tan e
e solo
tamos alineando.
no insistió. Salió de la sala con
uspiro y se pasó la mano por el rostro. Por primera
una pausa. Era casi un tratado de p
cordar por qué había aceptado compartir ese caso con Charlotte. Sabía
Pasó por camiones de comida y puestos de revistas, intentando despejar su mente
e sus ojos parecían ver cada falla. Pero, peor aún, no le
ada en el sillón, leyendo anotaciones. El pelo recogi
e la mesa y apoyó las manos
mos dividir algunas partes de la argumentación. Yo me encargo de la part
estudiándola como quien eva
? - preguntó, sorprendida -. ¿No t
espondió Charlie -. Y, honestamente, creo que
ante de un teléfono sonando en alguna sala vecina. Isabella a
Pero, si vamos a hacerlo, lo ha
Charlotte, con una pequeña son
arqueó
s rompiendo
segundo, todo pareció me
a otra. El aire frío de la noche hacía que la ciudad pareciera aún
vo, metió las manos en los bolsi
- preguntó, en un tono
que alguien le ofreciera alg
e gusta caminar
o si lo entendiera. Y tal
... hasta
ista tan rápido que C
mañana,
ió. Pequeña, discreta,
mañana
ella se quedó parada, observando la silueta de s
a. Tal vez era el comienzo de algo que nin