La Tregua de Nuestros Corazones
bía abrir los ojos, inspirar hondo y empezar el día. Cinco y media de la mañana. Todavía oscuro afue
na armadura. Cada detalle, desde la lista de reproducción motivacional que ya resonaba en los auriculares hasta las zapatillas pe
donde el sol comenzaba a salir por detrás de los puentes. Cada zancada era una forma de exorcizar pensamientos innecesarios. Su padre al teléfono diciendo que esperaba resultados. La voz de Ethan Ramirez repitiendo q
pulmones. No era el momento de pensar en Char
sonrisa por la recepcionista que parecía s
a. Fairchild. La
luces suaves y el olor a eucalipto ayudaban a mantener la ilusión de tranquilidad
les. Era como quitarse el peso de la noche de los hombros. Pero pronto, el m
que fuera y quien, de hecho, era. Aquí, nadie la juzgaba por
tos para ducharse, cambiarse y llegar a la oficina. Isabella recogió la to
había elegido en una noche de tequila y promesas de empezar una vida saludable. Se frotó la cara, tanteó la mesi
mirarse en el espejo, notó que el moño había dormido con
Charlie pasó la mano sobre la madera lisa y sintió esa punzada de nostalgia por el mar, por las mañanas en Bondi Beach, por las horas
olpeó el rostro como un recordatorio de que estaba viva, y de que necesitaba correr. Literalmente. Porque
a y salió por la puerta, rezando para que el destino no conspirara con
a zancada ayudaba a alejar las voces en su cabeza: su padre insistiendo para que se rindiera, la
un banco frío por unos segundos. El sol ya se alzaba sobre la ciudad, dorando los e
Una notificación de la firma: R
casa, tomar una ducha decente e intentar parecer que tenía to
inado, sintiendo el aroma a café fresco mezclado con el olor a papel nuevo. Algunos colegas ya se acomodaban
os documentos que pensaba usar en la reunión. La estrategia estaba clara: no
s juntas antes de tomar una decisión sobre quién lideraría
o después de correr. Al pasar por la recepción, vio que algunas caras se giraban, curiosas, especulativas. Estaba acostumbra
ápida a Maya, que lleva
a? - preguntó Charlie, t
rde, vas a pensar que vivo aquí - re
e como siempre, tecleando algo con expresión concentrada. Parecía inquebrantable. Parecía perfect
era Isabella. En el momento justo, ella también perd
do, nadie era
dos llegaron casi al mismo tiempo. Sus miradas se cruzaron,
eja. Isabella mantuvo
ado, y ninguna de las