Su Obsesión, Su Segunda Vida
triunfante de su tiempo juntos. Fotos de ellos en restaurantes elegantes, en un yate privado, ella luciendo una nueva pulsera de diamant
de Héctor era increíble. Habían arreglado todo. Nuevas identidades, nuevos pasaportes, un vuelo a Australia.
de mi padre para recuperar lo único que no podía dejar atrás: las cenizas d
la sala, se me
de pie, sosteniendo
nvadió. -Suelta eso, Cristina -d
os. -Vaya, vaya. Eres dura, Emilia. Pensé que ese
falta de remordimiento, confirmó
-dije, las piezas encajando-. Fuiste
supuesto que fui yo. Me decepcionó tanto que sobrevivieras. Que Dami
Respiré hondo y de manera cons
n. No ahora. No cuando la
brillando con malicia-. Te trata como basura,
tó la
esta habitación le vendría b
de muñeca, arrojó la
e astilló, y las cenizas de mi madre, un f
ro de mí
a rabia arrancado de mi garganta. La agarré por el pelo y le di u
é, mi voz irreconocible-
mejilla, sus ojos abiertos de par en par por e
reves a
os pasos. El pesado andar
cidad aterradora, agarró un pesado pisapapeles de cristal de
rocedió tambaleándose, sus ojos abiertos de par en par
rumpía en la habitación-. ¡Intentó m
n sangre en la cara, yo de pie sobre ella con las man
os brazos y empujándome hacia atrás
o de rabia. Se arrodilló junto a Cristina, acun
riosas. -¡Rompió las cenizas de mi madre, Damián!
a cabeza sangrante de Cristina. S
Emilia. Cristina es
. Lo había cuidado hasta que se recuperó de sus enfermedades infantiles, celebró cada uno de
sa por un dolor tan profundo que sentí que me
a permaneció apretada. El monst