La venganza tiene muchos rostros: el de ella, el mío
ué del bar de la azotea a la calle de abajo. Mis piernas simp
girando para ver a César. Su encantadora sonrisa había
e vas?",
salían del ascensor, sus rostros
ellos, pasando un brazo por el hombro de Bárbara. "Vámonos.
Sí, César. Lo prometiste. Una
n carcajadas. Mi e
ndo?", pregunté, mi
arre en mi brazo, sus dedos clavá
ujó al asiento trasero de su auto, y sus amigos se amontonaron en otro. Las luces de la ciudad pas
ya estaba allí, las cámaras parpadeando como un enjambre de luciérna
respiré, encogién
oz goteando sarcasmo. Me sacó del auto y
ndrás matrimonio a Alia Montes e
ome más cerca. "Ella sacrificó todo
antó, sosteniendo una pequeña caja de terciopelo.
to sarnoso. Tenía un anillo de plástico bar
ente y sofocante, me inundó. No me estaban proponiendo matri
ndo con un deleite perverso. "Es todo tuyo. La pa
rostros burlones, el perro ladrando... era demasiado.
en mi cabeza explotó, una luz blanca y cegadora detrás de mis ojos. Recordé las pali
o a César, mi visión nadando
la diversión apenas comienza. Leván
ía e implacable como un bloque de
s brazos, levantándome. Luché, un in
élta
al chucho", gruñó uno de ell
pierta. Mi pie resbaló y caí de nuevo, esta vez golpeándome la
rbilla, forzándome a mirarlo. Sus ojos, una vez tan llenos de lo que
y peligroso que solo yo podía oír. "Cas
us labios. "Casi. Ahora, ¿vas a comportarte, o