con el corazón en la garganta, sin saber ni qué pensar. ¿Quién era
e! No me había dado cuenta de cuánto había caminado, perdida en mis pe
ello, esquivando gente y maldiciendo en voz baja cada sem
al cuerpo, cuando abrí la puerta, encontré a Sebastián tirado en el sillón, mi
lzando una ceja mientras me
entras revolvía el armario en busca de algo decente
o a toda velocidad, me di una ducha rápida, rezando para poder alistarme rápido, p
esada, y recordé que Sebastián lo había usado la noche a
e a que se secara al viento. me puse lo primero que encontré: una falda negra ajustada y una blusa b
desde el living, pero yo ya estab
los porteños que caminaban como si el mundo no tuviera apuro,
mo una bandera de rendición, me quedé ahí, con el taco roto en la mano, mientr
ara lamentarse, me saqué los zapatos, los metí en mi bolso, y seguí caminando
frenara, tenía que llegar a Duvall & Asociados, mi nuevo
hacia la Duvall Tower, entré al lobby descalza, con el bolso en una mano y la digni
tado desastroso, y cuando las puertas se abrieron, s
s documentos de ingreso apretada contra el pecho, y entonces... ¡pum! Ch
se por el pasillo, perdí el equilibrio, segura de que iba a terminar en el suelo, p
ro raro, el que me había mirado como si me conociera de alguna vida pasada. Ahora me tenía sujeta, su agarre era cálido, y por un segu
hizo estremecer, había algo en su tono, algo de so
osa por el día que estaba teniendo, me s
e decía ni en quién era, solo quería descargar la bronca que lle
so, una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios, como si mi comentario le hubie
a buscando, aquí está n
pasillo con una cara de pánico que no entendí al principio, entonces
omo si fuera un peatón cualquiera era Lisandro Duvall, el CEO de la empresa?
ron a mí casi de inmediato, había una chispa en su mirada,
ono tranquilo, casi demasiado calmad
vioso, me hizo un gesto para que lo siguiera, pero antes de que pudiera moverme, Lisan
en los comentarios sarcásticos -me susurró, y
s más, ni siquiera si debía responder, él se enderezó, me dedicó una última mirada que
a vez, con un tono
r favor, ven
¿Cómo podía haberle hablado así al dueño de la empresa en mi primer día? Y, sobre todo, ¿Qué había sido ese
mis funciones empezarían de a poco, debía aprender antes de poder hacerme cargo de alguna campaña publicitaría, era mejor eso a
fuerte que me había sostenido, en ese comentario
ata más de lo que ya lo había hecho, pero estaba agotada, no era solo el cansancio físico de haber corrido por media
subí al subte de vuelta al departamento, apretujada entre la gente, y traté de ordenar mis pe
suspiro que parecía sacarme el alma, Sebastián estaba en la cocina, abr
ebut? -preguntó, sirviéndome u
ón y tomé la copa como
por su culpa, el taco roto en el subte, y el choque épico con L
s, y cuando terminé, soltó una carcajada ta
o- ese tipo no está acostumbrado a que le respondan
n sorbo al vino, que
en el fondo, había algo en esa mirada de Lisandro, en la manera en que me había hablado, que me hacía querer saber más, era co
nstruir mi vida en Buenos Aires, en no arruinar todo por un hombre que probablemente se olvida