La Bruja de Oaxaca y Su Maldición
lencio expectante del salón, amplificada por un micróf
ndo en sus labios. Sofía, a su lado, me observ
o caro, "afirma tener ciertos... dones. Dice que estas tres esferas", señaló la mesa con u
Sentí las miradas de todos clavadas en mí, curiosas,
ortina de terciopelo. La descorrió con un movimiento brusco, revelando cien esferas más, idénticas
ir por mi garganta, un
s' entre estos ciento tres. Tienes tres oportunidades. Por cada acierto, puedes quedarte con el huevo. Pero por cada error...",
tazo en el estómago. Mis hijos. Cocinados. P
o tibio manchó la tela de mi huipil, una marca visible de mi humillación. Recordé las noches de la danza, el agotamiento que me dejaba al b
tenté correr hacia la mesa, pr
Me sujetaron por los brazos con una fuerza implacable. Luché, me re
ría detener esta locura. El Abuelo Vargas estaba sentado en la pri
o, te daré una ventaja". Se acercó a mí, su aliento olía a vino y a crueldad. "Juega. Coopera. Y tal vez,
jos para tener la más mínima esperanza de salvar a uno. Las lágrimas corrían por mis mejillas, pero
ó Mateo al salón. "Tienes un mi
la pared, sus números rojos comenzando
as temblando. Ciento tres huevos idénticos, brillando bajo la luz. Eran perfectos, lisos, sin ningu
das, el rostro sonriente de Mateo. Me concentré, buscan
surro en mi ment
il corriente de e
os...", cantó l
blando, hacia un huevo en la segunda
nueve..
nas un susurro. Señalé
le. Hizo una seña a un hombre con un gorro de chef que esperaba al lado de
curandera tiene r
miento rápido y profesional, lo golpe
ac
ó en el salón c
da y cálida de la vida que yo había creado. Salió una yem
a de un júbilo monstruoso. "¡Uno meno
mesa -uno de los tres originales que habían estado separados al principio
dor de energía vital pura que se extinguió con un siseo doloroso. El aire se