La Bruja de Oaxaca y Su Maldición
dre que ve a su hijo morir. Caí de rodillas, el dolor en mi vientre tan agudo que me dobló en dos. Mi cue
burló Mateo. "Parece que el
ación morbosa, como si estuvieran viendo una pelea de gallos particul
e. "Pero hagámoslo más interesante. Ahora, los in
as la gente sacaba sus carteras. Mi dolor se hab
ándose a mi lado. Su rostro er
a mano en mi hombro. Su tacto era frío como el hielo. "Estás tan confundi
se encontró con la mía, y en sus profundidades vi un abism
a pobre salvaje", comentó alguien en
ción. Su bondad fabricada me aislaba aú
dolor. Me levanté de un salto, apa
pí, mi voz temblando de f
la hubiera quemado. Se llevó una mano a la boca
refugiarse en los brazos de
a se apretó hasta que los músculos saltaron. C
su voz baja y peligrosa. Me agarró del brazo, s
, mirándolo direc
, pensé que me golpearía allí mismo. Pero lu
dón con palabras", dijo, soltándo
nada. La conexión estaba rota, ahogada por el dolor y la rabia. El primer llamad
huevos. Una diminuta veta, como un cabello, cerca de la base. Recordé haberla sen
n vuelco. Era él
e determinación, señal
voz clara y fuer
go miró a Sofía, que le dio un casi imperceptible asentimiento. Una
teo, recuperando su
huevo que había señalado. Lo sostuvo a la
ano. Y yo lo vi. En el lado opuesto, oculto a mi vista, había una peque
bía sido anticipada. Habían replicado la im
De nuevo, la yema y la clara de un h
, triunfante. La multitud e
restantes en el altar original. Tomó uno, el que yo sabía que
eo de vida extinguida. Otro pedazo de m
a, las caras codiciosas de la multitud, todo se fundió en un remolino de pesadilla