La Bruja de Oaxaca y Su Maldición
ierra. Yo, Xochitl Rivera, heredé esa sangre, ese don. Mi cuerpo no es solo mío, es un canal para la energía vital, una
o Vargas por una
Su arrogancia era una armadura contra la fragilidad de sus piernas inmóiles. Su familia, los Vargas, me vio como una curandera exótica, una última y d
ón", donde mi cuerpo se movía al ritmo de una música que solo yo podía oír, entregando mi energía, mi esencia, a su cuerpo
s" de energía vital. No eran de cáscara, eran de luz solidificada, cálidos al tacto, pulsando con una vida latente. Eran mis hijos, la manifestació
d, luego con una fuerza que crecía día a día. Su vigor regresó, su voz recuperó el
mía con gratitud, sino con posesión. Sus ojos ya no me veían como su salvadora, sino como un
me había aceptado. Su envidia era un veneno silencioso que goteaba en el oído de M
z más firme de lo que pretendía.
ándose una mano al pe
ba, Xochitl. Son
nfrentó. Su rostro er
a amenazar a mi
ateo. Solo proteg
arrogancia, tus celos. Crees que porque me 'curaste' ti
n, del peligro, pero sus oídos estaban cer
ra un martillazo. "No quiero volver a vert
e quita un traje sucio. Me dejó en la calle, separada de
los Vargas, para una cena de gala. Mi corazón, estúpidamente, albergó una c
susurros y risas ahogadas en champán. Y entonces lo vi. Mateo, de pie, radiante en su traje de diseñador, con Sofía colgada de su brazo. Y en el centro del salón,
era una reconciliación. E