En El Incendio Que Me abandonaste
ó justo por la puerta de mi habitación. Lo vi, su silueta recortada contra el resplandor anaranjado del pasillo
que me quedaban, mi voz un grazni
segundo, una estúpida esperanza floreció en mi pecho. Pero no, no miró. Siguió caminand
razos de metal ardiente con mi puño. El dolor fue
salida. Cada vez que su silueta pasaba frente a mi puerta, una nueva o
lina, un sollozo delicad
lo! Creo que me lo
antánea, llena de una ternura qu
póyate en mí. Te sacar
o burlón de las promesas que una vez me hizo a mí. ¿Mi amor? ¿Desde cuándo la llamaba así? La duda se
terreno, volví a marcar a emergencia
cuál es
pí. "¡Nadie ha venido! ¡El
quipos están trabajando. La situa
a tener paciencia! ¡M
todo lo posible. M
sionalidad inhumana de su voz era ca
on un esfuerzo sobrehumano, me incliné y logré agarrar una. Quizás podría romper el cristal de la puerta. Pero al levantarla, la madera
. El movimiento brusco me tiró al suelo. Caí de costado, mi mejilla contra las baldosas calientes. La silla de ruis piernas y parte de mi torso. Sabía que la inhalación de humo me mataría antes que las llamas. Mi mente, fría y analítica, evaluó mi propia muerte. Qué ironía. Yo, que había salvado a tantos, que tenía la of
adre. Ella no podía vivir pensando que yo había muer
las baldosas, alcancé mi teléfono una última vez. Mis dedos, torpes y quemados, apenas lograro
o sonó. Él
ansas, Sofía? ¿Qu
nte, el sonido de las llamas crepitando a
burló. "Escúchame bien, maldita loca. Cuando todo esto acabe, te denunciar
a escuchaba también a través de la p
r!", supliqué, mi ga
r a llamarme! ¡Muérete
mismo tiempo, escuché sus pasos alejándose de nu
e un trozo de espejo roto en el suelo. La cara de una extraña, cubierta de hollín y lágrimas secas. La heroína esta