En El Incendio Que Me abandonaste
epentino, le revolvió el estómago. ¿Y si...? No, era imposible. Sofía era una experta en manipulación. Siempre lo había sido. Estaba a
delicado se aferró a
mezcla de miedo y ternura. "No vale la pena. Sabes
n su voz," dijo Ricardo, más
s uñas pintadas de rojo clavá
e el fuego que ella misma inició se le salió de control y ahora tiene miedo. No caigas en su juego." Hizo una
nfirmación. Quería creerlo. Necesitaba cr
eguntó, su voz a
, no ha sido la misma. Se ha vuelto... oscura. Me mira con odio. Estoy segura d
ción de Ricardo. La Sofía valiente y fuerte que él conocía se desvaneció, re
ntenció Ricardo, convencido. "Una
aración, sel
jos de mi puerta. "Vámonos, mi héroe." Y mientras se alejaban, con un gesto que pareció casual, ella empujó
a seguridad minera, que predicaba los protocolos anti-incendios como si fueran un evangelio. La idea era tan absurda, tan monstruosa, que por un momento la incre
agro. Durante una sesión de terapia, sentí un cosquilleo en el dedo gordo del pie. El médico no podía creerlo. M
r," me había dicho el doctor, sus ojos brillando
alina, ella me había abrazad
a prueba de que el amor verdadero todo lo
empalagosas, pero ahora entendía su verdadero sign
etivo era claro: volver a caminar, volver a ponerme mi casco y mis botas, vol
en mi brazo, mientras intentaba forzar a mis piernas a obedecer. Mis músculos se contraían en espasmos dolorosos, el sudor me empapaba la ropa, pero no me
toda esa lucha, se convert