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Un gran anal en Italia

Capítulo 2 ¿Y qué pariente es él para mí

Palabras:1296    |    Actualizado en: 22/06/2025

de más de treinta años, y, he de confesar, ni yo misma pud

surró ella casi en un

ina, que es tu familiar!

artos? Somos de "séptima agua"

rón, erigido en una exclusiva zona para gente muy adinerada, estaba c

una sauna, piscina, un complejo deportivo con pista

": un cuarto con salida privada al balcón, baño con jacuzzi y ducha doble, televisor de última generación... todo de primera clase. Por supuesto, nos sentimos incómodas y quisimos explicarle que jamás habíamos

onfiadas, y hasta hoy no

amada para la audición. Ya sólo nos quedaba un

ad. No hacíamos más que sumergirnos en la piscina, jugar al tenis, sudar en la sa

estábamos preparadas para dejar el descanso e iniciar la grabación, cuando desde la agencia enviaron u

lo de no echarnos, sino también de ayudarnos con algo de dinero. Esta vez nos resultó extraño su generoso ofrecimiento, aunque nuestras ment

los amigos de Valera. En realidad, no nos intimidaron mucho, pues la casa era lo s

si no nos equivocamos. Una noche, cuando ya nos íbamos a dormir, la puerta de nuestra habitación se abrió de golpe y, antes de que pu

ntarles qué estaba ocurriendo, cuando de pronto me sujetaron e introdujeron algo en la boca

través del aro me penetró un enorme miembro negro de u

tanto, mis manos quedaron esposadas a la espalda con grilletes de cadena,

contacto con el mundo exterior, salvo el táctil, desapareció, y emp

una idea bastante clara. No recuperé la consciencia ha

ero en el aire, sujeta por la espalda con cuerdas. En mi ano sentía un hormigueo extraño, como si estuviera

que toda la escena empezó a excitarme. Ni yo misma entendía por qué m

y decenas de amigos de Val

ía. Al fijarse en mis miradas, los hombres negros estallaron en risas, comentando lo bien formada que tenía la cadera, aunque demasi

seguir "admiradoras" para el club, y que nosotras, Cristina y yo, les serviríamos de estupendos juguetes sexuales. Lo primero, por supuesto, era la iniciaci

hecho un enema e introducido en el ano una sustancia que anulaba el dolor, facilitaba la dila

ra tan placentero que mi abertura comenzó a contraer

ntimientos tan antagónicos: vulnerabilidad, seguridad, la sensación de fragilidad frente a sus manos en mis caderas, la entrega a un macho

a Cristina y ver sus ojos vidriosos, colmados de lujuria y dispuestos a venirse, comprendí que ella

embro, y por suerte los hombres neg

e devotas del club. Cristina y yo repetimos sus palabras con el mie

como la combinación de todas. Tras el juramento, nos descolgaron y nos dejaron en el suelo. Los "mie

n esa noche memorable, per

s sobre todo. Decidimos buscar cualquier trabajo, p

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