Un gran anal en Italia
odo me resultaba tan nuevo! Casi
encaramamos a los taburetes, y de pronto mi vestido se alzó peligrosamen
n grupos de a dos "admiradores", así que en media hora ya h
prometía placeres paradisíacos a los chicos que se le acercaban. Ello
po de cinco chicos que me encantaron: a
- aunque Cristina y yo fingíamos un poco- propuso continuar la v
coche de los chicos, imaginaba ya e
terreno sin espacio para siete, pero
delante, sobre las rodillas de un moreno rizado que se llamaba Gosha. Arrancamos
os hombros, acercándose poco a poco al pecho. Me di la vuelta por completo y me subí a horcajadas s
a fondo con su rubio, mientras dos chicos
me apretaba el torso, tiraba de mis pezones erectos,
o con los dedos mis labios perfectamente lisos; luego los
raba con suavidad. Eché la cabeza hacia atrás y gemí bajito de plac
s de los costados sacaron también sus miembros - muy grandes, por cierto, lo cual me alegró- y se masturbaban observando
iga - dijo, señalando con la cabeza
ó a carcajadas el chico al que estaba atendiendo. - Dale la vuelta en el asiento, que tu cul
r la bragueta del conductor, bajarle los pantalones, de donde salió un miembro
osha, deslizando los dedos por mi vagina, que
sta! - me animó Cristina
l momento solo entraba hasta la mitad de mi garganta. La saliva se escurría de mis labios, y yo imaginaba cómo terminaría inundando mi boca con su semen, por lo que redoblaba mis esfuerzos. Mientras tanto
con avidez el miembro de Gosha, y al
gota - ordenó al instante, -
u chorro, luego lamí el miembro a concienc
- me acarició
s, y Gosha me dio una palmada suave en la
l piso. Era un edificio alto en una zona residencial de lujo. Mientras subíamos en el ascensor con espejos, me miré: despeinada, el vestido a
cote de su vestido. Al salir del ascensor, los chicos nos arrastraron a la habitación más lujosa:
ctor bajaba a buscar un par de botellas de champán y copas. Al parecer, é
notar las miradas voraces de los chicos sobre
s ya nos estaban manoseando. Me arrodillé ante el rubio al que mi amiga
, apretándolo un poco dolorosamente a través de la fina tela, r
la cintura, estirando mi raja con los dedos y de vez en cuando llevándomelos a la boca para que