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Nacen flores en la Antártida

Capítulo 2 La chica que mira por el balcón

Palabras:2280    |    Actualizado en: 04/06/2025

no sabía cuándo saldría el portero para pedirle que se marchara de la banca.

chica del paraguas

e su voluntad de esa tarde, cuando lo

jamente, demasiado fijo, como si le debiera algo. Nu

e servía de nada, porque era una desconocida. Aunque, en realidad, no exi

da. Y tenía hambre. Dios mío, sería cap

dignidad dentro de sí como p

os podría dormir allí y no

r pronto. Debía idear un plan. Otro plan. Uno

a vez, aún le quedaba algo de dignidad. Además, ¿cómo iba a poder caminar co

lover p

a hambre. Y le d

u auto en es

salió del edificio. Y lo

ler todos los músculos. Se estaba preparando para decirle que no se iba a mov

istancia, con las miradas fijas

ró al supermercado. Qué raro, estaba

u bolsillo. Literalmente nada más debía cruzar el parque y comprar toda la comida que quisiera. En el pasad

de carne bañada en

zar el parque, cargando una bolsa de compr

ba? ¿Por qué

ido muy fuerte. Y se quedó tendida e

ncuentr

evantarla y por momentos temía que fuese a caerse, pues

peado muy duro. Qu

-Le volvió a reparar la boca y l

Pero no hablaba. Intentó agacharse para tomar sus cosa

, esa chica le estaba generando lástima. As

stantáneas, demasiadas de ellas. Panes. Salchichas. Frijol

ido y supo que debía terminar lo que había comenzado. Le echó una mi

reguntó-. Vamos, te ayu

. -intentó negarse, pero

ado fuerte por andar mirándolo. Eso le pasaba por chismosa, desde la noche anterior no dejaba

? -le preguntó mientras

lo fue...

sangrando

es qu

ver supuso que el hablar debía dolerle,

lamó mucho la atención la sala, donde había una pared pintada de un verde profundo con un gran cuadro lleno

un comportamiento peculiar, cada uno con sus propias manías y creencias. No se llevaba bien co

er. Olía a

lo único qu

¿puedo pedi

mo de dignidad que le quedaba. S

manos. Y tenía

ra en la cocina, lo mejor era largarse de ahí. Ella era una extraña. Una

estaba, h

blando, sintiéndose cada vez más mierda-, pero... ¿podrías p

sa mirada, con aquellos ojos oscuros y flequ

o mantener la compostura. Bien, ya había usad

informó-, algunos papeles... Te pagaré, te lo prometo

ún inclinando su torso a un lado y haciendo mal

-contes

dos veces. ¿Qu

o bien, pero necesitaba que se l

n ojo-. Quédate el tiempo que necesites, hasta que estés bie

ar sus cosas. Pero sabía que debía contenerse. De algo tan bueno no podían da

ugar donde guardar mis cosas -explic

modó de sobremanera. En serio, ¿qué le pasaba? Pa

sma ropa como por cuatro días. Y va a llover. Y no creo que esa banca sea tan cómoda. Si tienes tres dedos de cord

con un movimiento de cabeza

nzado a caer unas gordas gotas. Así que al llegar y sentarse en un puff que era c

he en su departamento. Aunque le agradaba escuchar la lluvia

no tenía intención de conversar, estaba tirada en el mueble, con los l

debía dolerle mucho si no se había dignado a bus

lgo que impresionaba, los go

jeras y llevaba el cabello amarrado en una coleta que alguna vez pudo haber estado peinada, pero quién sab

el labio con la lengua y

nía ansioso verla en ese estado, sentía que podía queb

cea que entraba por el balcón le p

e pasa -le so

el negar con la cabeza

instantánea. Es más, estaba fantaseando con la

oqué la rodilla -

ienes el

l bot

pero notó que lo seguía mirando como si no supiera

N

de esas que no sabes cómo han sobreviv

s heridas. Cuando le dijo, ella le señaló la cartera que estaba en la m

sabía cuánto dinero guardaba en la cartera

as heridas. Ella se queja

lo mucho. Se veía sumamente joven. Y su forma inf

y le permitiera desinfectarle la rodilla. El

da en el mueble, esta v

o sin hacer nada, se dirigió a la cocina y empez

ción entonc

colocas

tantería

de todos l

l que

contrarla vacía, con apenas un yogurt caducado qu

sa chica cóm

ó a v

para manejar tanto

ción que tenía la puerta entrea

olía bien, le hacía falta un baño. Pero encontraba en el

vez la noqueó el analgésico que le dio para que se le

su siesta iba para largo, se tomó el a

a en una esquina de la sala, se sintió incómodo y le sirvió un p

n el olor de la comida. Le dio la impresió

a y se sentó frente a la ta

no a devorar la sopa. Se quejaba de su labio, de

uién era realmente el

mas? -le pregu

a boca. Pero no esperó a que le contestara-. Me llamo Lía

e habría acabado? Seguro en

contestó

de la Maleta -soltó Lía y l

eía hermosa al sonreír, aunque tuviera esas enormes

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1 Capítulo 1 Un vagabundo en el parque2 Capítulo 2 La chica que mira por el balcón3 Capítulo 3 Mi compañero de cuarto4 Capítulo 4 Mi madura compañera de cuarto5 Capítulo 5 Mi querida Lía6 Capítulo 6 El novio de Lía7 Capítulo 7 Mi amigo, el millonario en bancarrota8 Capítulo 8 Mi rara amiga que es artista9 Capítulo 9 Tengo un amigo que ha tomado todo mi closet10 Capítulo 10 El ángel enviado por Dios11 Capítulo 11 Mi amigo, el modelo12 Capítulo 12 Cuando nacen flores en la Antártida13 Capítulo 13 El amigo de mi compañera de piso14 Capítulo 14 La estrategia para conquistar a mi compañero15 Capítulo 15 Los secretos entre familia16 Capítulo 16 El pasado y el presente17 Capítulo 17 Cuando nacen los clavelitos amarillos18 Capítulo 18 La hermana de este hombre19 Capítulo 19 Cuando pueda ser tu novia20 Capítulo 20 Ódiame si tienes que odiarme21 Capítulo 21 El pasado al que sobreviviste22 Capítulo 22 Dulce compañía23 Capítulo 23 Mi protagonista favorito24 Capítulo 24 Quiero saber qué es el amor25 Capítulo 25 Cuando el amor duele así26 Capítulo 26 Mi cuñada, la artista27 Capítulo 27 Los fantasmas del pasado28 Capítulo 28 Las razones para seguir a tu lado (parte 1)29 Capítulo 29 Las razones para seguir a tu lado (parte 2)30 Capítulo 30 No sueltes mi mano31 Capítulo 31 Vida en pareja32 Capítulo 32 Mi novio en bancarrota33 Capítulo 33 Como un clavel antártico34 Capítulo 34 Dime a dónde vas35 Capítulo 35 Matrimonio y otros problemas36 Capítulo 36 Los secretos y decisiones37 Capítulo 37 Problemas de familia38 Capítulo 38 Diferencias entre pareja39 Capítulo 39 Convivencia y otros romances40 Capítulo 40 Las verdades que salen a la luz41 Capítulo 41 La venganza es dulce42 Capítulo 42 Tranquila, amor43 Capítulo 43 La elección de una mujer44 Capítulo 44 Recuerdos de juventud45 Capítulo 45 Muero de amor46 Capítulo 46 En las intermitencias del amor47 Capítulo 47 Cuando la tristeza toca a la puerta48 Capítulo 48 La moneda de oro49 Capítulo 49 En tus zapatos50 Capítulo 50 La psicología del personaje51 Capítulo 51 Las alas del ángel52 Capítulo 52 El karma53 Capítulo 53 Los errores que cometí54 Capítulo 54 Los cambios55 Capítulo 55 Mi prometido56 Capítulo 56 Boda y envidia57 Capítulo 57 Cuando llega el karma58 Capítulo 58 Una vida junto a ti59 Capítulo 59 Nuestro futuro juntos60 Capítulo 60 Epílogo61 Capítulo 61 DATOS CURIOSOS