Nacen flores en la Antártida
no sabía cuándo saldría el portero para pedirle que se marchara de la banca.
chica del paraguas
e su voluntad de esa tarde, cuando lo
jamente, demasiado fijo, como si le debiera algo. Nu
e servía de nada, porque era una desconocida. Aunque, en realidad, no exi
da. Y tenía hambre. Dios mío, sería cap
dignidad dentro de sí como p
os podría dormir allí y no
r pronto. Debía idear un plan. Otro plan. Uno
a vez, aún le quedaba algo de dignidad. Además, ¿cómo iba a poder caminar co
lover p
a hambre. Y le d
u auto en es
salió del edificio. Y lo
ler todos los músculos. Se estaba preparando para decirle que no se iba a mov
istancia, con las miradas fijas
ró al supermercado. Qué raro, estaba
u bolsillo. Literalmente nada más debía cruzar el parque y comprar toda la comida que quisiera. En el pasad
de carne bañada en
zar el parque, cargando una bolsa de compr
ba? ¿Por qué
ido muy fuerte. Y se quedó tendida e
ncuentr
evantarla y por momentos temía que fuese a caerse, pues
peado muy duro. Qu
-Le volvió a reparar la boca y l
Pero no hablaba. Intentó agacharse para tomar sus cosa
, esa chica le estaba generando lástima. As
stantáneas, demasiadas de ellas. Panes. Salchichas. Frijol
ido y supo que debía terminar lo que había comenzado. Le echó una mi
reguntó-. Vamos, te ayu
. -intentó negarse, pero
ado fuerte por andar mirándolo. Eso le pasaba por chismosa, desde la noche anterior no dejaba
? -le preguntó mientras
lo fue...
sangrando
es qu
ver supuso que el hablar debía dolerle,
lamó mucho la atención la sala, donde había una pared pintada de un verde profundo con un gran cuadro lleno
un comportamiento peculiar, cada uno con sus propias manías y creencias. No se llevaba bien co
er. Olía a
lo único qu
¿puedo pedi
mo de dignidad que le quedaba. S
manos. Y tenía
ra en la cocina, lo mejor era largarse de ahí. Ella era una extraña. Una
estaba, h
blando, sintiéndose cada vez más mierda-, pero... ¿podrías p
sa mirada, con aquellos ojos oscuros y flequ
o mantener la compostura. Bien, ya había usad
informó-, algunos papeles... Te pagaré, te lo prometo
ún inclinando su torso a un lado y haciendo mal
-contes
dos veces. ¿Qu
o bien, pero necesitaba que se l
n ojo-. Quédate el tiempo que necesites, hasta que estés bie
ar sus cosas. Pero sabía que debía contenerse. De algo tan bueno no podían da
ugar donde guardar mis cosas -explic
modó de sobremanera. En serio, ¿qué le pasaba? Pa
sma ropa como por cuatro días. Y va a llover. Y no creo que esa banca sea tan cómoda. Si tienes tres dedos de cord
con un movimiento de cabeza
nzado a caer unas gordas gotas. Así que al llegar y sentarse en un puff que era c
he en su departamento. Aunque le agradaba escuchar la lluvia
no tenía intención de conversar, estaba tirada en el mueble, con los l
debía dolerle mucho si no se había dignado a bus
lgo que impresionaba, los go
jeras y llevaba el cabello amarrado en una coleta que alguna vez pudo haber estado peinada, pero quién sab
el labio con la lengua y
nía ansioso verla en ese estado, sentía que podía queb
cea que entraba por el balcón le p
e pasa -le so
el negar con la cabeza
instantánea. Es más, estaba fantaseando con la
oqué la rodilla -
ienes el
l bot
pero notó que lo seguía mirando como si no supiera
N
❦
de esas que no sabes cómo han sobreviv
s heridas. Cuando le dijo, ella le señaló la cartera que estaba en la m
sabía cuánto dinero guardaba en la cartera
as heridas. Ella se queja
lo mucho. Se veía sumamente joven. Y su forma inf
y le permitiera desinfectarle la rodilla. El
da en el mueble, esta v
o sin hacer nada, se dirigió a la cocina y empez
ción entonc
colocas
tantería
de todos l
l que
contrarla vacía, con apenas un yogurt caducado qu
sa chica cóm
ó a v
para manejar tanto
ción que tenía la puerta entrea
olía bien, le hacía falta un baño. Pero encontraba en el
vez la noqueó el analgésico que le dio para que se le
su siesta iba para largo, se tomó el a
a en una esquina de la sala, se sintió incómodo y le sirvió un p
n el olor de la comida. Le dio la impresió
a y se sentó frente a la ta
no a devorar la sopa. Se quejaba de su labio, de
uién era realmente el
mas? -le pregu
a boca. Pero no esperó a que le contestara-. Me llamo Lía
e habría acabado? Seguro en
contestó
de la Maleta -soltó Lía y l
eía hermosa al sonreír, aunque tuviera esas enormes