El silencio del violinista
ad nunc
tam
en una partitura que solo él podía leer. Afuera, los cláxones de los autos componían una sinfonía caótica que a veces lo irrita
na familiaridad silenciosa, sin apretar las cuerdas, como si tuviera miedo de despertarlo. Fre
los
to
Tocaba una pieza suya, una que jamás había compartido con nadie. Una melodía íntima, hecha de fragmentos de recuerdos, de días bajo
ya había tocado en los auditorios más exigentes de Europa y América. Había sido portada de revistas, entrevistado, fotog
n nombre -dijo su madre desde el umb
abrió l
cesita
a y se acercó para dej
a, pero tú sí. Estás m
car, sin mira
y can
e q
na. De tocar para complacer a o
ero no podía hacer nada. Ya no. Había sacrificado tanto para que él llegara hasta allí. A vec
ujo sin rumbo por la ciudad. Las calles mojadas brillaban bajo la luz de los semáforos, y la música que salía d
atorio. Frente al teat
go oc
luz. Un instan
l chirrido metálico de la colisión.
sil
uchaba nada. Solo el zumbido constante de un vacío inabarcable. Parpadeó, confundido, y trató de hablar. Su
ra. Se tocó las orejas. Gritó. Quiso creer que era mome
sapar
ases escritas en papeles que no quería leer: da
ntentaban sua
anera de suaviz
ías no salía del apartamento. No contestaba mensajes. No miraba televisión. Se sentaba jun
de la puerta al cerrarse, el sonido de las cuerdas vibrando, la risa de su madre, el murmullo d
re le dejó una no
necesit
amos cuando tu padre aún vivía. No tiene lujos
bien irte
mo,
ón. Luego volvió a m
un mapa sobre el tablero. No sabía si buscaba paz o huida. Pero sí sabía
edaba a más
lo conocía, lo esperaba un
l vez no l