El silencio del violinista
endo historias que flotaban como polvo en el aire. Elías se sentó en su banco habitual, junto a la fuente, con la libreta cerrada en el regazo. Desde que Abril había comenzado
pueblo. Llevaba una camisa de lino arrugada y un sombrero de ala ancha. Tendría unos sesenta añ
se acercó
o y luego se sentó a su
as Rivas,
que el cuerpo
espo
no parecía
n la tarima. Me dijo: "Ese chico toca el aire como si le hablara". No
ajó la
la li
conoc
e leyó.
del Este. Una vez, hace unos años, te vi en un recital. Tocaste Meditation de
sí... ese concierto. Fue uno de los últimos ant
sta que l
Pero su respiración se hab
ás que curiosidad. Con respe
a. O que se convierte en música, como si el sufrimiento fuera un inst
ó. Luego
rte de ella. No sé qué
lo has h
uiero entender si puedo volver
como quien observa una llama tenue y no s
ntes la
Esa pregunta era distint
í
stás tan perdi
mpo. Necesitaba aire, espacio, tiempo. El pasado había vuelto a
e lo dijo
ó. Ella, sin preguntas, le ofreció una flor silvestre que
as pueden sanar sin regr
, lentamente, re
de regresar, sino de
endido todo, pero esas palabras -au
on con una cad
pueblo, a un viejo molino donde el agua aún giraba con ritmo lento. Él la guiaba por el mund
on el ritmo de una base musical sin necesidad de volumen. Lo colocó sobre la tarima y encendió el ritmo: ta
avisar, Abril
omo
ó suavemente a moverse con ella. Al principio fue torpe, pe
com
quil
ent
on sin
mú
música. Una que no reque
ió a casa, Elías abrió
mblaba en
strumento ba
a vez
compleja. No
una
go
tra
intió vibrar en su garganta
n la oscuridad, guiado
s húmedos. No sabía si de tri
bre del sombrero lo espe
aste
s as
¿
uché. Per
mbre
tendió un
rugoso, con l
lenguaje musical corp
a lo in
n día. No para regresar al
la tarjeta si
ior supo que la histo