El silencio del violinista
nuevo en el aire. Tierra mojada
ua aún goteaba desde las ramas más altas. La mañana estaba envuelta e
libreta en
hablar con nadie. No quería que nadie lo obligara a hacerlo. Pero había algo en esa chica que le removía fibras dormi
mordiendo una manzana verde. Al verlo, alzó la mano y le hizo una seña sencilla: un saludo.
libreta y le o
e fuist
n momento, lu
que la música me encontró an
tuviera todo el sentido
aho
era un nudo e
ría en silencio, al menos para él.
solo r
ra. Caminaron juntos entre los árboles, dejando atrás la tarima y el sonido (que Elías suponía que existía) de los pája
cio para que pudiera leerle los labios-. Era carp
trabajo cubierto de polvo. En una esquina, un estante lleno de pequeños instrumentos de cuerda a medio terminar. Elías se acerc
envolvió como u
ctangular de debajo de
n un trapo de lino
as, la madera desgastada por el tiempo, el barniz opa
ndo era niña. Nunca
ti te gust
uera frágil. El instrumento no estaba afinado. Las cuerdas eran viejas, el p
o era sonido
sta el banc
sostuvo contr
los
to
as notas. Pe
con suavidad. El leve cambio de tensión bajo sus dedos. Era como
Abril tenía lo
ber si aquello había sido música o un balbuceo. Pero en su rostro no hab
nclinó y
bailar, si tú me
vez en semanas. No con me
adera. Lenta, to
lápiz, y
o he
isó el violín, reemplazó una cuerda suelta, ajustó el puente. No dijo nada. No