El silencio del violinista
qué momento emp
un cuaderno en las manos. Pero con el paso de los días, comenzó a ajustar sus caminatas para coinc
a, Abril no e
a ley
as, y el libro abierto como una promesa. Cuando vio a Elías, no cerró la
re la madera que crujió ba
é l
ó la portada:
asi
entendí. Creo que to
silencio.
enes que entenderlo t
. Esa frase lo sacudió
ieron, Abril se volv
empre entendía todo, pero había algo reconfortante en intentar. Empezó a notar los pequeños detalles:
pidió que la acom
lo general era un caos silencioso, un vaivén de bocas moviéndose sin sonido. Se sintió extraño, desconectado. Pero Abril iba delante de él como si caminara sobre su prop
una especie de taller musical. Abril se acercó. Elías dudó. La imagen de esos pequeños violines de plá
a tocar una melodía senci
aba el ritmo
cuchar la música,
n de los
que se
jer contando: uno,
l se volvió hacia él con
zo un
os, tocó el pecho, y luego e
miró sin
có su c
ica" en leng
. Luego volvió a
s lengua
rda. Murió hace d
ó como una piedra
. Solo ondas
sie
tam
llos, por primera v
as sacó el vio
tocarlo.
los dedos por las cuerdas, por el arco. Recordó sus primeros conciertos. Su madre
cuaderno.
a de señas, me en
ién mostrarle
escrib
nte, se la en
ertos, luego sonrió como si algo
señas a tocar al
espondió d
pecho, algo
o fuego.
comenzaron
as básicas: colores,
mostraba cómo sostener el arco. No tocaba aún, pero Abril no parecía impacie
consigo un metrónomo. Lo coloc
i
a
i
a
. Pero podía ver
paso, otro, g
lla, señalando el
asi
ermitió mover el cuerpo
para que el aire en
casa, Elías cerró los ojos y
o af
có per
deslizaran por las cuerdas,
chó el
lo si
u pe
us h
su
ra vez, no