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La esposa despreciada del CEO

Capítulo 4 Tú no eres mi padre

Palabras:1485    |    Actualizado en: 12/02/2025

rado en el armario la noche anterior. Aunque los diseños eran hermosos, no se sentía cómoda vistiendo algo tan ele

a pulida. Una sirvienta estaba a su lado, con un tazón en la mano, ayudándole a comer. Su rostro mo

u tono firme, aunque carente de emocio

la cabeza en señal de respeto-. La verdad, no fue por

sintió l

ntra en una situación como esta. Pero te aseguro

io, dejando a ambos en la amplia sala. Ana permaneció de

nte su cabeza hacia una silla cercana. Ana obedeció, s

nció Javier, directo al punto-. Este no es un papel ceremonial.

us manos temblaban li

ré mi mejo

leve sonrisa, ap

blioteca. Allí recibirás una introducción a tus primeras tareas. También

pudiera respond

da de lo que hago es improvisado. Mientras estés bajo

ncilla. Mientras el mayordomo aparecía para escoltarla, Ana no podía evitar preguntarse

de lo que ocurría en la antigua casa de su familia,

, la observaba con s

n como mi asistente perso

ia asintió

ónde em

un brillo de satisf

er las regl

que Javier le había entregado como parte de su nueva formación. No tenía id

illa de ruedas, la obse

una media sonrisa-. No es fácil

evantó la mira

quedarme aquí -admitió-. Pero...

omo si su respues

, Ana Victoria

descendió con furia de su vehículo, azotando la puerta con tal violencia que el sonido reverberó en el aire. Su rostro estaba desencajado, la i

el puño cerrado la pesada puerta de

es de acercarse a él. Uno de ellos, un hombre alto y

calma. Esta es una propiedad privada, si n

él con una mirad

! ¡Mi hija está aquí y

Santos en el umbral, con su expresión serena y calculadora. Sentado en su silla de ruedas, lo obser

udó con tono gélido-.

avanzó con intención de entrar,

contigo, Santos.

ceja, su expresión

ocupada. No puede rec

sarcástica y sacudió la

ú quien la tiene encerrada, quien la ha convertido en tu marionet

esponder, la voz de Ana Victo

alo

s al vestíbulo, con los puños apretados. Ana Victoria estaba al final de la sala, con un vestido sobrio y elegante, sos

idiste aparecer -dijo

una carca

está siendo destruida? -su voz se quebró de furia-. ¡Todo por tu culpa! ¡Por

e la mesa con cuidado

dó hasta el cuello, quien hizo promesas vacías y quien basó su v

cía a la mujer que tenía enfrente. Ya no era

la-. ¡Tienes la obligación de ayudarme! ¡Me de

zó una

¿Venderme? ¿Entregarme como si fuera un objeto de intercambio para salvar tu pellej

por un momento, pero su

vayas con tu esposo y le exijas que nos ayude.

fó, in

exigir algo? -Negó con la cabeza-. No voy a pedir

con los ojos

sagradecida!

u arrebato, Javier intervino, su

. Está agotando nuestra paciencia y ya hemos s

a él con el ro

nó en mi contra! ¡La convertiste

sonrió

simplemente dejó de ser la t

había más que pudiera hacer. Había perdido. Sin otro recurso, e

to! -vociferó antes de cruz

ó lentamente, sintiendo la adrenalina aún recorriéndole el

nejast

su expresió

eso es lo que quieres sabe

onrió le

l nunca aprende de sus errores. Tú, en

ndría tan fácilmente. Y por primera vez, temió lo q

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