La esposa despreciada del CEO
ntrelazadas detrás de la espalda. Sus palabras eran cortantes
vor, ac
palabras. Era enorme, con una cama de tamaño king cubierta por sábanas de satén y cojines de terciopelo. Un armario de madera tallada ocupaba casi toda una pa
ue compartía primero con los demás sirvientes y, más tarde, con trastos que Anabella no quería v
dijo el mayordomo, su tono marcando que aquello no era nego
, todavía desconcert
ra esta noche. La ropa que lleva puesta aho
tos viejos que habían soportado más kilómetros de los que podía recordar. Se sintió aver
? -insistió
ió Ana con l
ostró un estante cuidadosamente organiz
avanda para el cuerpo, esta espuma para la bañera y estas sales para relajar los mú
e cómo debía preparar el baño. Aunque no lo demostraba, cada palab
el hombre señaló
Pero asegúrese de que sea uno acorde a la ocasió
abrumadora: desde prendas sencillas pero elegantes hasta elaborados vestidos de gala. Había colores que ib
?", pensó mientras deslizaba la ma
he -le recordó el may
no demasiado llamativo. Era lo más seguro, pensó. Después, con u
reglas, pero una cosa era segura: este sería el comienzo de algo que no podía controlar. El agua caliente llenaba la bañera y el aroma de la lavan
ctamente a su cuerpo. Se sentía extraña, como si no fuera
s la espera. Sí
uerza, Ana Victoria dio el pr
rdomo abrió la puerta e hizo un gesto para que Ana Victoria pasara. Al cruzar el umbral, lo primero que notó fue la atmósfera sobria del lugar: esta
la, con un movimiento automatizado, se deslizó hacia un lado, revelando a Javier. Su rostro, firme y analít
encia y salió de la habitación, ce
-preguntó Javier con voz neu
mirada, aunque el cora
i padre me ha vendido a usted para ma
limitó a observarla con la misma ca
enidad inquietante-. Me prometieron a la hija mayor. Sin embargo, te enviaro
mirada, sintiendo u
es important
unto-. Necesito que firmes esto. -Con una inclinación sutil de su cabeza, señaló un documento en el escritorio, junto a un bolígraf
e su padre y al odio de su madrastra y hermanos. Cerró los ojos por un momento, tomó una respi
. Regresar no es u
cia el documento, que ahor
papel: no tienes nada que perder y ahora tienes todo por ganar. -Después de una pausa, añadió-: Ahora, pasa al comedor. Nec
el estudio, siguiendo las instrucciones. Apenas cerró la pue
uerdo al enviar a la hija menor. Por lo tanto, no tienen derecho a los cincuenta millon
litar, tomó el documento firmado por
erta con una variedad de platillos que nunca había visto. Un chef apareció para explicarl
e ser su asistente perso
sentía que estaba caminando sobre hielo quebradizo