La Amante del Magnate
ertiría en mi pase hacia la venganza. Nora apenas me había dado información sobre él, y lo poco que sabía de su vida me llegaba en fragmentos: mimado desde niño, empresario de alto nivel, rode
cogí la más rápida. La idea era arriesgada, tal vez hasta peligrosa, pero en es
ó Nora, moviendo la cabeza en seña
Además, es en la que menos tendré que darle explicacion
a expresión mitad compasiva, mitad incré
s-. Te aseguro que en todo lo que investigué no encontré ni un solo indicio de que alg
ra que estaba dudando, aunque, en lo profundo, esa posibilidad s
r ahora es el más sencillo. Si no resulta, tengo un montón de id
todo -respondió, torciendo el gesto como si
posibilidades de conquistarlo -mordí mi mejilla interna, dejando que una chispa de molestia atravesara mi rost
-Nora entrecerró los ojos, estu
ablara por mí. Finalmente, me decidí a soltar una parte de mi se
tud. El primero... y el único -murmuré, observ
peado físicamente-. ¿Estás diciendo que vas a acercarte a él con
ozca, he cambiado mucho desde entonces. Además -agregué con una sonrisa amarga-, la
sibilidad de que sepa quién eres sigue si
sta a correr esos riesgos. Además, tengo algo de dinero guardado. Puedo cambiar mi apa
ió mientras caminaba hacia la puerta de nuestra destartalada casa. A pesar de sus c
untó al ver que abría l
se dinero, un lugar mejor para vivir y un cambio de imagen. No
cando con un rugido de motor que sonaba más a quejido que a potencia. En cuestión de minutos, estábamos frente al banco de ahorros. Atravesamos la puerta del lug
levantada, claramente juzgando nuestras ropas
nido a extraer todo el efectivo de mi cuenta
con cada segundo que pasaba. A pesar de las miradas despectivas y el aire de superioridad del hombre, mantuve la
on lo que viví durante esos diez años en la cárcel. En ese momento, era prácticamente una niña, sin saber nada de la vida. Cualquier reto que se me presen