Venganza; la amarga palabra que ha definido el día a día de Loraine desde el instante en que puso un pie dentro de aquellas rejas de metal oxidado. Con el avanzar de los días, meses y años el dolor incrementó hasta volverse la causa de su vivir. La rabia era el motor impulsor de su corazón, el que hacía bombear a través de sus venas la sangre cargada en rencor. Así que cuando la condena se hubo cumplido y pudo respirar el aire fresco que significaba su libertad, su juego comenzó y este vino cargado de peligrosas consecuencias. En su interior no hay ya el menor atisbo de miedo. Sus años en prisión lo demuestran. Apariencias; expresan la existencia de un magnate empresarial como Kenneth o Ken como todos los llaman. Desde su infancia consentida hasta sus años de adultez en los que, tanto los negocios como el amor representaban su punto fuerte en la vida. A pesar de estar viviendo como muchos desearían no sería la felicidad la fuerza motriz de sus años. Una esposa bella y refinada, un amigo que lo apoya y un mundo que lo admira. Sin embargo tanta ostentisidad no lo aleja de la monotonía que representa la repetitividad. Pero algo pasa cuando sus ojos se encuentran por primera vez. ¿Podría aquella mirada grisácea cambiar su percepción de la felicidad? ¿Se escondía acaso detrás de aquellas llamativas curvas la chispa que le faltaba a sus días? Algo era seguro entre ellos, ella solo buscaba venganza, él un consuelo a sus porblemas. Ella lo recordaba y él no. Se volvería una pasión prohibida, rencorosa, llena de problemas y arrepentimientos. Pero era aquello lo que encendería la pasión más grande de sus vidas.
El oxidado metal de la reja emite un quejumbroso chirrido mientras esta se abre. Apenas pongo un pie fuera, lleno mis pulmones y exhalo con lentitud, dejando que el fresco aire de la libertad le brinde regocijo a mi tenso cuerpo. El sol brilla intensamente, golpeando mi piel con una calidez que he añorado durante años. El contraste entre el aire fresco y el encierro opresivo de la prisión me inunda de sensaciones nuevas, de una libertad que me sabe a victoria, aunque el peso de mi pasado aún me sigue como una sombra.
Atisbo a unos metros de distancia una camioneta oscura donde una figura conocida se mantiene recostada. Sonrío abiertamente y me encamino a su encuentro, sintiendo cómo la emoción me invade. Es un momento que anhelaba, y el reencuentro con ella es la promesa de un nuevo comienzo.
-No pensé que vendrías -confieso, abriendo mis brazos y dejándola estrecharse entre ellos. Su abrazo es cálido y familiar, y en ese instante, el mundo parece desvanecerse a nuestro alrededor.
-Y dejarte sola luego de que acabas de salir de la cárcel, ni pensarlo -niega con el dedo, mostrando su amplia sonrisa pulcra, una sonrisa que siempre me ha transmitido fuerza y confianza.
-Bueno, entonces espero que tengas algo bueno preparado para mí.
-Tengo una cita en el spa y una cena exquisita esperando por ti -me guiña el ojo, pero yo niego con la cabeza. El deseo de disfrutar de la vida me atraviesa, pero en el fondo, hay un vacío que la rutina no puede llenar.
-Sabes a lo que me refiero.
Su sonrisa se borra completamente, y veo sus facciones teñirse de preocupación. Una sombra de seriedad atraviesa el aire entre nosotras, como un hilo tenso que amenaza con romperse.
-Pensé que habías olvidado ese asunto, Beth -sus ojos se cierran por unos instantes, como si la sola mención de ello le causara dolor. Su preocupación es palpable, pero yo no puedo dar marcha atrás.
-Jamás podría olvidarme y lo sabes. Además, no me llames más de ese modo; mi nombre es Loraine Russell -la corrijo, manteniendo la seriedad en mi semblante. Pronunciar mi antiguo nombre se siente como un eco distante de la persona que solía ser.
-Lo siento, a veces lo olvido. ¿Podemos marcharnos ahora? -sin darme tiempo a responder, rodea el auto y se adentra en el asiento del piloto.
Bufé, pero tomé asiento y permanecí en silencio mientras ella conducía por los estrechos caminos que conducen al presidio femenino de la ciudad. El lugar queda en un intrincado desierto a las afueras; la tierra es árida y el clima asfixiante. Un lugar perfecto para un encierro, donde los días se mezclan en una monotonía gris. La sensación de estar en medio de la nada y sin esperanzas es la última que quiero experimentar, un recordatorio cruel de todo lo que he sufrido.
Un cuarto de hora después, las llantas abandonaron el polvoriento sendero para tocar el asfalto de la autopista y encaminarse nuevamente dentro de la bulliciosa ciudad. No fue mucho recorrido para que los altos edificios cubrieran con su envergadura la vista del cielo, y los numerosos autos dejaran con su pasar una ligera estela de humo. Me aferro a la ventana, observando cómo la vida sigue su curso mientras yo trato de encontrar mi lugar en ella.
Mi vista viajó por el panorama, y mi mente inconscientemente divagó entre recuerdos, todos dolorosos. A veces, podemos llegar a ser tan masoquistas que permitimos al dolor atormentarnos una y otra vez sin compasión. Las imágenes de mi vida anterior se agolpan en mi mente: risas, sueños rotos, la traición que me llevó a la prisión.
-Sabes, Nora, los humanos somos tan complicados -ella no me contestó, solo continuó conduciendo, manteniendo la vista fija en la carretera. -El dolor, todos lo asimilamos de diferentes maneras. Algunos prefieren olvidar; es más fácil dejarlo todo atrás que sufrir. Otros nunca dejan de atormentarse repetidas veces, dejan que el dolor los consuma hasta lo más profundo. En mi opinión, son realmente débiles.
-Somos personas, no máquinas -contestó, pero aún sin verme directamente, como si temiera confrontar la intensidad de mis emociones. -Es humano equivocarse; sufrir y tener miedo es lo más común.
-¿Qué soy yo entonces? -miré fijamente mis manos, ensimismada, como si allí se encontraran las respuestas del universo. En mi interior, lucho contra la tormenta de sentimientos contradictorios. -Me niego a sufrir y también a olvidar. Yo combatí el dolor día a día durante diez años, y lo convertí en mi fuerza motriz. No permito que me detenga, todo lo contrario: es él quien me hace querer ser más fuerte cada día para obtener mi añorada venganza. ¿Seré acaso un monstruo?
-En realidad, Loraine -dijo mi nombre con algo de desagrado, y en sus ojos vi una chispa de preocupación-, creo que estás siendo muy mundana al sentir el rencor, pero, dejando que te controle, estás perdiendo la batalla.
-Te equivocas, amiga mía -volteé el rostro en su dirección, sintiendo la adrenalina burbujear en mi interior-, la batalla apenas comienza. Te guste o no, seguiré adelante; está en tu potestad ayudarme o abstenerte. No puedo permitirme rendirme ahora.
-Por Dios, te prometí hace años que te ayudaría. Aunque admito que realmente me gustaría que abandonaras ese camino. La vida te ofrece tantas oportunidades, y no tienes por qué condenarte a este ciclo de odio y venganza.
-Es imposible; durante todo ese tiempo dentro de aquella celda infértil, solamente pensaba en la manera en que llevaría a cabo mi plan. Lo pensé todo minuciosamente: cada detalle, acción, suceso. Me permití recrear cada posibilidad. Ahora estoy afuera y pondré en marcha todo. Este es mi momento, y no voy a dejar que se me escape.
-Creo que estás arruinando tu vida. Eres joven y hermosa, no tienes por qué continuar con una venganza. Solamente aprovecha tu libertad y haz tu vida -me miró por unos instantes, pero luego fijó nuevamente su azulada mirada a la carretera.
El silencio que llenó el coche era pesado, casi tangible. Ambas estábamos inmersas en nuestros pensamientos, cuestionando nuestras decisiones y la vida que teníamos por delante.
-¡No me pidas que olvide, Nora! -mi exclamación parecía tomarla por sorpresa-. Sabe bien todo lo que pasó, todo lo que me vi obligado a vivir. Mi vida fue violentada y mi futuro reducido a cenizas. No perdonaré tal crueldad y simplemente dejaré todo atrás; No puedo, y tú tampoco podrías si hubieras estado en mi lugar. Aunque ese es justamente el problema, nadie puede ponerse en mi lugar porque nadie vivió lo que yo. La injusticia arde en mi interior, y no puedo dejar que se enfríe.
Seguimos nuestro camino en silencio, y el aire parece cargarse de una energía palpable. Sé que Nora está preocupada por mí, pero no hay nada que pueda hacer para detenerme. Estoy decidida a conseguir mi venganza, y no dejaré que nada se interponga en mi camino. Mientras mantengo la mirada fija en la carretera y mis manos firmemente apretadas, siento que la venganza está a mi alcance.
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