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La Amante del Magnate

Capítulo 2 2

Palabras:1136    |    Actualizado en: 01/11/2024

fiti de palabras obscenas y dibujos sin sentido. Las puertas automáticas que deberían dar entrada están descompuestas, manteniéndose completamente abiertas. Ella camina con confianza, adentrán

e a humedad bañó mis fosas nasale

estrecho departamento de mala muerte. Las paredes estaban manchadas

prisión -se encogió de hombros-. Aunque no acostumbro a q

d acumulados-. Este sitio no sirve para vivir.

uno de los asientos, recibiendo un quejido por parte de

fuera prácticamente una niña, pero déjé antes de entrar a la cárcel

levantó ambas cejas, añadie

í a desafiarla, viendo cómo su expresión se tornaba más seria -. Sé que investigaste lo que te pedí después de s

ansiedad y preocupación, llenaba el ambiente-. Te meterás en problemas, esa persona ahora mismo se ha vuelto inalcanzable, ha obte

tros de distancia, haciendo que nuestras miradas convergieran-. Busca en ellos

os alguna de las emociones mencionadas. Sabía que era imposible encontrar ninguna; ella ta

mbre y apellido. Todo lo demás correrá por mí, y

lan. A pesar de que cuando nos conocimos en la cárcel y terminé por contarle todo lo que tenía en mente, ella me apoyaba. Pero parece que ahora ha descubierto ciertas

iendo que la tensión en el aire se hacía casi palpable mien

uerdos que parecían dolorosos-. Así que me puse manos a la obra, investigue mucho, pero descubrí tan poco. Entre eso poco que d

sí que te doy nuevamente una oportunidad de elegir; lo hago porque fuiste mi única verdadera amiga tanto dentro como ahora fuera de prisión. ¿Qué harás, Nora? ¿Te irás y harás la vida que s

a mano en mi hombro como solía hacer para darme valor. La calidez d

eguiré contigo. Nuestros caminos, a parti

a ciegamente y dejaría mi vida en sus manos, aunque tuviera que morir por ello. Era el tipo de a

, y entonces su rostro s

dí? -asintió, preparándose para darme

ó, su voz baja pero clara-

se era el primer paso en mi camino hacia la venganza. La figura de Kenneth Goldwyn

peranza comenzaba a florecer en mi interior. Este era solo el comienzo. Estab

su advertencia resonó en mis

demasiado tiempo, y no pienso dejar que

uevo capítulo comenzaba. Era una jugada arriesgada, pero estaba dispuesta a arriesga

ante, sintiendo cómo la vida comenzaba a cobrar sentido nuevamente. L

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