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La Élite - trilogía la Selección

Capítulo 3 .

Palabras:2309    |    Actualizado en: 12/10/2024

lce aire procedente de los jardines. Esperaba que la suave brisa me animara, ante la gran cantidad de trabajo que tenía por delan

spaldo de la silla, dejando

nn

estaba cosiendo. Sin mirar, supe que Mary y Lucy, mis otras dos doncel

on desgana un listado detallado de datos estadísticos militares que tenía delante. Era una

rden, y por el simple hecho de que accediera a darles órdenes por fi

reo que eso se escapa a mis

uesta tenía el mismo tono jocoso, pude detectar un

é que hacerlo yo sola. Sois un puñado de inútiles -bromeé

la impresión de que era un mal informe, pero no podía estar segura. Releí párrafos

ra ver qué era lo que tanto le divertía. Seguí sus ojos has

, dirigiéndose a Lucy, que s

atrás y me lan

leído l

h,

podemos salir. Aunq

son

minutos. Lue

vez que teníamos ocasión de estar solos, íbamos allí. Era todo lo contrario a mis encuentros con Aspen, escondidos en la minúscula casita del árbol de mi patio trasero, el único lugar

él, acariciándome la punt

las cuerdas del violín d

dado cuenta

yo era la de la casta más baja, y dudaba que n

mi mano a la boca, besánd

lgún castillo antiguo), pero lo he visto. Y tengo acceso a las respuestas de mil preguntas. Pero esta manita... -me miró a los ojos-. Esta manita crea sonidos que no se pueden

ue aquellas palabras me llegaban al corazón, nunca estaba completamente segura de poder confiar en ellas. ¿

es la respuesta

que quieras. Si no sé la resp

lquie

quier

endía. Tardé un momento en pensar en las cosas que más curiosidad me suscitaban cuando era niña. En cómo volaban los avio

es se me

es Hal

llow

un viejo libro de historia de mis padres. El libro estaba desgastado hasta el punto de que tenía partes i

o sabíam

uro, ¿eh, su « liste

o que su malhumor era fingido

nos prisa -dijo, agarrándome

e. Me llevaba a la parte trasera del palacio. Sonreía con ganas. Me encantaba ver

o pasamos corriendo junto

l pasillo, pero ya no podí

ije, jadeando-. ¡

me del brazo mientras yo bajaba el ritmo. Por fin paró

zona donde se grababa el Report de cada semana, pe

No podía contener

nde

ró, poniéndose

cia de esta salita. Solo unos cuantos miembros de

-prometí, más

o frente a una pared que estaba cubierta en su mayor parte por un cuadro imponente. Miró hacia atrás para asegurarse de que n

n aliento.

ía un pequeño teclado, como el de un teléfono. Maxon marcó unos nú

es bastante alto -dijo. Me dio

dé de

s de los estantes contenían libros con curiosas líneas diagonales rojas en los lomos, y vi un enorme at

recientemente, y que habían dejado allí para tenerlos más a mano. Y por fin, em

bandas diagonales?

ue yo sé, deben de ser los único

o con la mirada lo que no me

e dejaba claro que no le gustaba la idea,

pudiera destruir sin querer un tesoro único. Hojeé las páginas, pero a

do en algo que parecía una máquina de

eso? -p

r. ¿Nunca ha

axon no se mostró d

mado específicamente para la información contenida en es

no le pedí explicaciones. Al cabo de unos segundos, su

te -exclamó-

bros que nos revelarían lo que era Halloween. Esperaba que n

reían que en Halloween los espíritus entraban y salían de este mundo, y que la gente se disfrazaba para ahuyentar a los malos. Más tarde se convirtió en una fiesta secular, sobre todo para niños, que se d

algo similar, solo que mencionaba

ó Maxon, hojeando un libro mucho más

nté, acercándom

e los volúmenes de los diario

lamé-. ¿Pue

la página que estamos buscando

o que daba a entender que en otro tiempo debía de haber sido preciosa, pero sus ojos habían perdido el brillo. Parecía cansada. A los lados de la pareja había tres personas más. La primera era una chica adolescente, guapa y llena de vida, que sonreía con ganas, con un vestido ampuloso y una coron

o que pasa a su alrededor, pero a mí me parece frívolo. Somos una de las pocas familias que qued

que ya no lo celebremos? ¿Porque

empezaran a contraatacar, justo antes de la Cuarta Guerra Mundial. En aquella época, la

ría un país así, destrozado por la guerr

diarios co

nte con una serie de volúmenes simi

ena, más

. ¡Toda esa histor

nca habría soñado ver. No me pu

aba pl

el resto? -ofreció,

ero no me puedo quedar; tengo que acabar de repasar es

rece esto: te llevas el libro y me

hacer? -pregu

ondió él,

i lo estropeaba? Seguro que él estaba pensando lo mismo. Pero nunca más tendría una oportu

ía o dos, y lueg

ndelo

en el hueco del taburete de mi piano, bajo un montón de partituras. Era un sitio don

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