Placeres intensos
besado más temprano esa noche est
tisfacción. - Hola... - Prácticamente grité para hacerme escuchar por
tento de ganármela. - ¿El agua que dijiste que ibas a beber y me hici
el chico frente a mí. Juraría que estaba golpeando el suelo con el pie
espués, pasó la hora y terminé choc
i lado y animándola a decir su nomb
ceptó el saludo. -Fernanda. El placer es mio. Genial, ahora sabía sus
a música. - Bueno chicas, puedo prestarles atención a las dos, si no
supuesto no fallaría en la misión. Era bueno en lo que hacía. Los vi mirarse y encogerse de hombros, pro
mento. Mi boca se sentía hinchada de tanto besar, con cada canción bail
a vez fue Beto quien me dio un codazo, acercándose para hablarme al oído. - ¿Qué haces, Edu? - Me estoy divirtiendo. - Levanté los brazos en alto, haciendo señas para enfatiza
una risa de mi garganta. - Edu, ¿q
ho, a ningún ritmo, ya que no podía entender la música que sonaba, solo me balanceé para decir que e
é a las dos mujeres por los hombros. Realmente yo no era así, no me reconocería. ¿Pero era eso lo que la
a que era demasiado corta
iles. Yo sabía de eso. Nunca llevamos u
ue teníamos lo que necesitábamos para sobrevivir y nunca estuvimos
decía mi abuelo. Pasé rápidamente
tación, pues contaron el dinero que
n kilo de carne molida. Tan pronto c
de chocolate. No me juzguéis, cada uno tiene su propia adicción, y la mía era esta. Caminé por el esta
años. No me quejé de ese auto, a
y entré, intentando sintonizar la radio. En cuanto pude escuchar algo de música country, abrí mi barra de
ue no tardé mucho en parar en el garaje. Era una casa donde vivía con mi padre y mi madre. También había
orios, sala, cocina y un baño, pero lo que me encantaba era el patio tr
l, diciendo que estaba Demasiado ma
Aunque yo era muy joven cuando se fueron, todavía los extrañaba much
no de esos, grande y probablemente muy caro en un barrio como el que yo
lsas en el fregadero. - Papá, ¿quieres que empiece a preparar la cena? Me lavé las manos allí mismo en la cocina y comencé a desempacar todo.
ndome hacia él, ajustándome las gaf
villeta y estaba lista para saludar a quien fuera, tan pronto como me
rrio exclusivo de la ciudad, con su auto grande y elegante. Era el ant
ara él y tuvo que dejar de cuidar a mi madre que había tenido un accid
que un poderoso CEO vendría a visitarnos en un día laborable. Le te
un tiempo. -Sí, claro, lo recuerdo. - Le di una sonrisa, que ella me devo
ncluso llegué a conocer a su hijo, a quien odiaba en ese momento. - Quie
era que realmente lo conociera sabía que detrás de ese ceño enojado,
cia el hombre que me esperaba en la puerta, todavía sin decir una sola
aire de superioridad, incl