la vuelta, la mujer a la que había besado más temprano esa noche estaba de pie con los brazos cruzados.
frente a ella y mirándome con cara de enojo, como si le debiera una satisfacción. — Hola… — Prácticamente grité para hacerme escuchar por encima de la música a todo volumen. Y sí, tampoco recordaba su nombre.
Puse mi mano en mi cabeza, rascándome el cabello y sonriendo en un intento de ganármela. — ¿El agua que dijiste que ibas a beber y me hiciste esperar todas estas horas está en esa boca? Mujeres con síndrome de
posesión. Te besas una vez y ella piensa que ya están juntos. Ese era el chico frente a mí. Juraría que estaba golpeando el suelo con el pie, como esas madres dispuestas a dar el mayor regaño, de lo enojada que
estaba. — Entonces no te encontré después, pasó la hora y terminé chocándome con mi amiga... — Tiré de la.
cintura a la mujer, acercándola a mi lado y animándola a decir su nombre. —Renata, encantado de conocerte.
— Le tendió la mano a la otra, quien fnalmente descruzó los brazos y aceptó el saludo. -Fernanda. El placer es mio. Genial, ahora sabía sus nombres. Con una sonrisa aún más grande, también tomé a Fernanda por la
cintura, acercándola a mí y comenzando a mecerlas a ambas al son de la música. — Bueno chicas, puedo prestarles atención a las dos, si no les importa. ¿Has pensado en la posibilidad? Uno de mis mayores sueños.
sin duda, es tener la oportunidad de prestar atención a dos mujeres hermosas como ellas a la vez. Y porbsupuesto no fallaría en la misión. Era bueno en lo que hacía. Los vi mirarse y encogerse de hombros, probablemente imaginando la situación también. Entonces les di un beso en cada mejilla y volvimos a bailar.
Podría decir que fue una especie de paraíso estar en mi lugar en ese momento. Mi boca se sentía hinchada de tanto besar, con cada canción bailaba frente a uno, mientras el otro estaba detrás de mí, bailando también,
y cada vez que uno era besado, el otro también lo quería. Me estaba divirtiendo, eso era innegable. Pero siempre que estamos en un buen momento alguien viene a estorbar, y esta vez fue Beto quien me dio un codazo, acercándose para hablarme al oído. — ¿Qué haces, Edu? - Me estoy divirtiendo. — Levanté los brazos en alto, haciendo señas para enfatizar que esto era divertido. Y un poco de alcohol también, no lo puedo negar, pero no lo diría. — ¿Con dos mujeres a la vez, prima? ¿Qué estás pensando? - ¿En el momento? ¿A cuál
voy a besar ahora? — Dejé escapar una risa de mi garganta. — Edu, ¿quieres volver a casa? Puedo tomarte.
¿Ahora? Estaba empezando mi noche. Nada de casa. Sacudí la cabeza moviéndome a un ritmo, o mejor dicho, a ningún ritmo, ya que no podía entender la música que sonaba, solo me balanceé para decir que estaba bailando. — No quiero irme, estoy aquí mismo. —Tú no eres así. ¿Qué está pasando? — Simplemente
siguiendo el consejo que me dieron: disfrutar de mi vida, porque es corta. Le di la espalda a Beto y jalé a las dos mujeres por los hombros. Realmente yo no era así, no me reconocería. ¿Pero era eso lo que la gente quería ver de mí? Entonces eso sería lo que tendrían. Y el argumento que usaría sería este: estaba
disfrutando de la vida, ya que era demasiado corta para pasarla sufriendo.
Las cosas en mi casa nunca han sido fáciles. Yo sabía de eso. Nunca llevamos una vida buena, con prebendas o prebendas.
como diría mi abuelo. Pero al mismo tiempo, no podía quejarme, porque teníamos lo que necesitábamos para sobrevivir y nunca estuvimos en necesidad. Mi padre siempre se hizo cargo de la casa, como estaba
diseñado para serlo, como siempre decía mi abuelo. Pasé rápidamente por mi sección favorita del mercado.
la de dulces, para no caer en la tentación, pues contaron el dinero que tenía y me dirigí a la zona de carnes.
Revisé la lista que llevaba y pedí un kilo de carne molida. Tan pronto como gasté toda la compra en la caja.