convirtiéndose muchas veces en una verdad absoluta. "La vida es demasiado corta para pasarla sufriendo" o "ella no querría verte feliz" fueron algunas de las que había absorbido para mí. Había pasado por un duelo hace cinco años, y durante al menos tres todos decían lo mismo, que era hora de superar lo sucedido. Tal vez sería fácil para todos decir eso, pero sólo aquellos que sufrieron sabían el tiempo necesario para empezar a mejorar en relación con eso. Pero después de tanto insistir, ahí estaba yo, viviendo intensamente mi soltería durante dos años. - Oye, Beto, mira esa pareja - le di un codazo a mi prima que estaba a mi lado en la barra y señalé a dos mujeres en un rincón del club que estaban hablando. - Precioso. pero hay que ver si van acompañados... - Esto lo podemos conocer de cerca. - Le di una palmada en el hombro con el dorso de mis dedos y comencé a tirar de hacia la pareja que estaba hablando. - Hola.- Levanté la botella que sostenía, a modo de saludo. - Te vi al otro lado y pensé en ofrecerte un trago. Miré los dedos de las dos mujeres, que no llevaban anillo, y les sonreí aún más. Fue mi día de suerte. - Claro que puedes, querida - la rubia, que parecía más alta que la otra, le dio un pequeño guiño y una sonrisa de reojo, llena de picardía. A propósito golpeé mi hombro contra Beto, para celebrar a las chicas que habíamos encontrado, pero él no parecía muy feliz. - ¿Y por qué dos guapas como tú están solas en un club? - Me llevé la botella a la boca apenas hice la pregunta. - Todavía no habíamos encontrado a nadie que nos gustara. Miré a Beto que empezaba a hablar con la otra mujer, morena, muy bonita también. Mi primo a veces. podía ser un poco serio y yo tenía que ser más frme al empujarlo hacia alguien, pero creía que con eso le iría bien. - ¿Y tu? Podría estar con algunos si quisiera... - Oh, ya estuve con uno esta noche, fue divertido - Le di una sonrisa de reojo, provocativa en la forma que sabía que les gustaba. - Entonces eres de esas celebridades que se hacen pasar por un semental de club... - también se llevó su propia botella a la boca. mirándome de reojo, con una muy exagerada intención de seducir. - Algunas personas me consideran así, pero yo diría que soy una persona libre, eso es todo. - Me gusta la gente así. - Pasó su lengua por la boca de la botella mientras me miraba. No juzgaría la forma en que solía mirarme, pero eso hace unos años no me habría emocionado en absoluto de hablar con ella. Pero como dicen, el tiempo cambia a las personas, y aquí estaba yo dándole una sonrisa de reojo, siendo –o fngiendo ser– seducido por su movimiento. - Entonces. ¿quieres bailar? - Señalé la pista de baile, donde varias personas saltaban a un ritmo donde era imposible. distinguir la letra de la canción. Ella aceptó y nos dirigimos a la pista de baile, dejando nuestras botellas en la barra del bar. La música era atractiva e incluso ardiente, especialmente cuando tenía a una mujer sexy como esa bailando para mí. Estuvimos así por mucho tiempo
la vuelta, la mujer a la que había besado más temprano esa noche estaba de pie con los brazos cruzados.
frente a ella y mirándome con cara de enojo, como si le debiera una satisfacción. - Hola... - Prácticamente grité para hacerme escuchar por encima de la música a todo volumen. Y sí, tampoco recordaba su nombre.
Puse mi mano en mi cabeza, rascándome el cabello y sonriendo en un intento de ganármela. - ¿El agua que dijiste que ibas a beber y me hiciste esperar todas estas horas está en esa boca? Mujeres con síndrome de
posesión. Te besas una vez y ella piensa que ya están juntos. Ese era el chico frente a mí. Juraría que estaba golpeando el suelo con el pie, como esas madres dispuestas a dar el mayor regaño, de lo enojada que
estaba. - Entonces no te encontré después, pasó la hora y terminé chocándome con mi amiga... - Tiré de la.
cintura a la mujer, acercándola a mi lado y animándola a decir su nombre. -Renata, encantado de conocerte.
- Le tendió la mano a la otra, quien fnalmente descruzó los brazos y aceptó el saludo. -Fernanda. El placer es mio. Genial, ahora sabía sus nombres. Con una sonrisa aún más grande, también tomé a Fernanda por la
cintura, acercándola a mí y comenzando a mecerlas a ambas al son de la música. - Bueno chicas, puedo prestarles atención a las dos, si no les importa. ¿Has pensado en la posibilidad? Uno de mis mayores sueños.
sin duda, es tener la oportunidad de prestar atención a dos mujeres hermosas como ellas a la vez. Y porbsupuesto no fallaría en la misión. Era bueno en lo que hacía. Los vi mirarse y encogerse de hombros, probablemente imaginando la situación también. Entonces les di un beso en cada mejilla y volvimos a bailar.
Podría decir que fue una especie de paraíso estar en mi lugar en ese momento. Mi boca se sentía hinchada de tanto besar, con cada canción bailaba frente a uno, mientras el otro estaba detrás de mí, bailando también,
y cada vez que uno era besado, el otro también lo quería. Me estaba divirtiendo, eso era innegable. Pero siempre que estamos en un buen momento alguien viene a estorbar, y esta vez fue Beto quien me dio un codazo, acercándose para hablarme al oído. - ¿Qué haces, Edu? - Me estoy divirtiendo. - Levanté los brazos en alto, haciendo señas para enfatizar que esto era divertido. Y un poco de alcohol también, no lo puedo negar, pero no lo diría. - ¿Con dos mujeres a la vez, prima? ¿Qué estás pensando? - ¿En el momento? ¿A cuál
voy a besar ahora? - Dejé escapar una risa de mi garganta. - Edu, ¿quieres volver a casa? Puedo tomarte.
¿Ahora? Estaba empezando mi noche. Nada de casa. Sacudí la cabeza moviéndome a un ritmo, o mejor dicho, a ningún ritmo, ya que no podía entender la música que sonaba, solo me balanceé para decir que estaba bailando. - No quiero irme, estoy aquí mismo. -Tú no eres así. ¿Qué está pasando? - Simplemente
siguiendo el consejo que me dieron: disfrutar de mi vida, porque es corta. Le di la espalda a Beto y jalé a las dos mujeres por los hombros. Realmente yo no era así, no me reconocería. ¿Pero era eso lo que la gente quería ver de mí? Entonces eso sería lo que tendrían. Y el argumento que usaría sería este: estaba
disfrutando de la vida, ya que era demasiado corta para pasarla sufriendo.
Las cosas en mi casa nunca han sido fáciles. Yo sabía de eso. Nunca llevamos una vida buena, con prebendas o prebendas.
como diría mi abuelo. Pero al mismo tiempo, no podía quejarme, porque teníamos lo que necesitábamos para sobrevivir y nunca estuvimos en necesidad. Mi padre siempre se hizo cargo de la casa, como estaba
diseñado para serlo, como siempre decía mi abuelo. Pasé rápidamente por mi sección favorita del mercado.
la de dulces, para no caer en la tentación, pues contaron el dinero que tenía y me dirigí a la zona de carnes.
Revisé la lista que llevaba y pedí un kilo de carne molida. Tan pronto como gasté toda la compra en la caja.
recibí mi cambio, lo revisé y no pude resistirme a notar que quedaba sufciente para una pequeña barra de chocolate. No me juzguéis, cada uno tiene su propia adicción, y la mía era esta. Caminé por el estacionamiento, bajo un cielo nublado un viernes por la tarde, hacia Brasilia –sí, amarilla–, que era de mi
familia desde hacía unos cuarenta años. No me quejé de ese auto, a pesar de haber escuchado muchos.
chistes sobre él, pero era el único que tenía y me llevaba a donde quería. Puse la compra en el maletero y entré, intentando sintonizar la radio. En cuanto pude escuchar algo de música country, abrí mi barra de chocolate y la disfruté tranquilamente, cerrando los ojos y absorbiendo cada matiz de su sabor. Mientras
masticaba el último trozo, encendí el auto y comencé a conducir hacia mi casa. No estaba muy lejos, así que no tardé mucho en parar en el garaje. Era una casa donde vivía con mi padre y mi madre. También había estado en la familia desde que tengo uso de razón, ya que mi padre había crecido allí, y después de que mis
abuelos fallecieron nos mudamos allí. Era sencillo, un piso, dos dormitorios, sala, cocina y un baño, pero lo que me encantaba era el patio trasero, que recordaba atravesar corriendo mientras jugaba con mi abuelo.
escuchando a mi abuela pelear con él, diciendo que estaba Demasiado mayor para andar por ahí con un niño.
Salí del auto con una sonrisa en mi rostro cuando tuve este recuerdo. Aunque yo era muy joven cuando se fueron, todavía los extrañaba mucho. Debido a que estaba inmerso en recuerdos tan agradables, no noté el
auto estacionado cerca de la puerta. Y sería muy difícil no fjarse en uno de esos, grande y probablemente muy caro en un barrio como el que yo vivía. Entré con las bolsas de la compra y cerré la puerta detrás de mí
con el pie. - Papá, ya estoy aquí - anuncié mientras me quitaba los zapatos sucios en la entrada. Me dirigí a la cocina y coloqué todas las bolsas en el fregadero. - Papá, ¿quieres que empiece a preparar la cena? Me lavé las manos allí mismo en la cocina y comencé a desempacar todo. Pero antes de que pudiera continuar con la actividad, mi padre llegó a la puerta de la cocina interrumpiéndome. - Giovanna, hoy tenemos visita.
Dejé lo que estaba haciendo, volteándome hacia él, ajustándome las gafas en la nariz con la punta del dedo.
- Lo siento papá, no lo vi. Me giré para secarme las manos con una servilleta y estaba lista para saludar a quien fuera, tan pronto como me di vuelta hacia la puerta. Hacía mucho tiempo que no veía a ese hombre.
Recordé las raras veces que lo había visto en su gran mansión en un barrio exclusivo de la ciudad, con su auto grande y elegante. Era el antiguo jefe de mi padre, para quien siempre trabajó como conductor, un CEO
muy poderoso. Siempre escuché historias de cuando mi padre trabajaba para él y tuvo que dejar de cuidar a mi madre que había tenido un accidente. Sabía que los dos todavía hablaban de vez en cuando, pero no sabía
que se veían con mucha menos frecuencia o que eran tan buenos amigos que un poderoso CEO vendría a visitarnos en un día laborable. Le tendí la mano con torpeza. - ¿Buenas tardes todo bien? – Jugué bien. -
Giovanna, élder Tavares, no sé si lo recuerdas, pero trabajé para él por un tiempo. -Sí, claro, lo recuerdo. - Le di una sonrisa, que ella me devolvió. No es que lo viera muy seguido, era cuando mi mamá venía conmigo al
trabajo de mi papá, o él me llevaba porque no tenía con quién dejarme. Incluso llegué a conocer a su hijo, a quien odiaba en ese momento. - Quiere hablar contigo. En particular. Mi padre era un hombre alto y serio que
podía asustar a cualquiera que lo viera por primera vez, pero cualquiera que realmente lo conociera sabía que detrás de ese ceño enojado, había una de las sonrisas más grandes que jamás haya visto. Pero por el
momento no estaba muy satisfecho con la situación. Desvié la mirada hacia el hombre que me esperaba en la puerta, todavía sin decir una sola palabra. Era un poco más bajo que mi padre, de estatura media, pero su
aspecto elegante le daba un aire de superioridad, incluso dentro de nuestra casa.
Capítulo 1 CEO poderoso
29/11/2023
Capítulo 2 Hombre de traje
29/11/2023
Capítulo 3 Mi plan de vida
29/11/2023
Capítulo 4 Respuestas
29/11/2023
Capítulo 5 Irritada
29/11/2023
Capítulo 6 No pude contener
29/11/2023
Capítulo 7 Decir essas palabras
29/11/2023
Capítulo 8 Cuerpo de Giovana
29/11/2023
Capítulo 9 Necessitas desfrutar
29/11/2023
Capítulo 10 No por placer
29/11/2023
Capítulo 11 Hombre de suerte
29/11/2023
Capítulo 12 Lujuria
29/11/2023
Capítulo 13 No es mi esposa
29/11/2023
Capítulo 14 Su perfume
29/11/2023
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