Tuya para siempre
manas
pensativa y nerviosa de lo acostumbrado. Soy un completo idiota por haber mencionado algo como eso. Sé que fue parte de la promesa que le hice el dÃa de nuestra boda, no obstante, n
sitos de peluche que he comprado para ella. Priscilla aún no los ha visto, quiero que sea una sorpr
y de la hermosura de mi tierna y dulce esposa. Me convertà en un maldito afortunado desde el mismo momento en que ella se atrevió a posar sus ojos sobre mÃ. Ella, es mi mayor tesoro y ahora lleva en s
brazos una vez los siente alrededor de su cuerpo. Le doy un beso en la sien y luego cierro los ojos para soñar al igual que lo he hecho durante esta última semana con m
lejos, apenas como un ligero susurro―. Cariño, creo qu
e y comienzo a corretear deses
boca― ¿Esta noche es la noche? ―ya ni sé lo que estoy di
nquila y serena que se ve, en cambio, yo, estoy a punto de perder el control y volverme loco. Se levanta de la cama y
nte... asà que allÃ
e mi mujer lo tome de manera relajada debido a que siendo doctora comprende que es un proceso que se da de forma natura
me encuentro, aun asÃ, debo dar el ejemplo; demostrarle que soy el hombre y cabeza de esta familia―. Respira con pausa ―le indic
ve y la meto debajo del chorro para humedecerla. Respiro profundo para calmar mis n
rla―, necesito limpiarte los pies ―al terminar de asearla, arrojo la toalla al cesto de la ropa sucia y me dirijo al vestier para coger un camisón cómodo y ho
ta que hemos preparado con sus cosas. Regreso a nuestra h
eras poco a poco mientras seguimos realizando los ejercicios de respiración. Ya en la planta baja cojo las l
e me aleje
ees que estás
no haber olvidado nada, estuve practicando durante mucho tiem
spondo seguro―, he hecho
en mis manos y por último miro a mi esp
mirar hacia la part
ue no llevo puestos los pantalones. ¡Mierda
vestirme. No tardaré ni un par de segundo ―grito al tiempo que subo las esca
ones de dos en dos y me acerco a mi mujer p
iz que me hace saber que pronto
balan por sus mejillas. Levanto las
estoy feliz por esta preci
utos después abandonamos nuestro hogar para marcharno
namos que esta serÃa la últi