A fuego lento |Libro 1|
unas cosas importantes y sé que no las voy a recorda
s las avenidas ni las calles -digo, mareada de tanta información-. Por ahora
ta es mi parada, la tuya es la siguiente. Ca
niega con la cabeza y se levanta para bajarse del
de memorizar todo. Cuando el au-tobús se detiene, recuerdo que es
trarÃa la Escuela. Respiro hondo, mirando a mà alrededor. No puedo
pasado de calle. Miro la hora en mi telé-fono y me trago
o un buen golpe me hace perder el equilibrio y mi celul
de culo?, me quejo en mi mente y luego recuer
ngada
e un traje negro hecho a la medida y ahora está sucio y húmedo por el café. Es altÃsimo, o al menos as
ene buen cuerpo y las mejillas
-me grita, llamando la atención d
idas de pura rabia. Estoy segura de que mis ojos le demuestra
ncuentro mi celular rápidamente en la acera, con un l
ome más a él-. ¡Fue un jodido accidente! Además de g
e cambiarme de ropa. Fue un accidente que no hubiese
curos por la ira. No me dejo amedrentar y
mi papá se ha atrevido a alzarme la voz, asà que me le vas bajando a ese tonito! Un acci-dente lo puede tener
e remeda y yo entrecierro los ojos, f
da, tratando de amedrentarme-. ¿Sabe qué? No pienso perder más mà tiempo con usted. Voy a llegar tarde por
y el cabello. Camino en dirección a la escuela y casi
rruinar el dÃa. ¡Ja! ¿Quién carajos se
e indica que no puedo, jamás, volver a llegar tarde. Me ruborizo de inmediato ante
y no encontraba la Escuela -me disc
dobladas-. Habrá una reunión con el dueño de un importante restaurante de la ciudad, no le gusta que lleguen tarde
racias -respo
por el uniforme blanco de cocinero. Me coloco el gorro y los zapatos, gu
r que aprieta sus labios en una delgada lÃ
ulpe,
mpe, haciéndome pegar un brinco del susto. Le doy un asentimien
ano -respondo c
por encima de sus gafas-. Pues bienven
-respondo, sonri
veremos el primer semestre y yo anoto todo lo que dice, incluso las fechas de ev
briela
bastante guapo a mi pa-recer, tiene el cabello largo y liso de un color ca
doy cuenta de que no le res
o su mano y yo la acepto, es-trechándola con gusto-. Llevo desde ce
-murmuro, alivia
ortante personaje: Mauricio DÃaz. Al parecer es el dueño de uno de los me-jores restaurantes, no de la ciudad, sino del paÃs y
be ser impor
supuesto, Mauricio DÃaz es, nada más y nada menos, que el bruto con quien tropecé hace un poco más de media hora. Y su mi
Soy tan calamitosa que era muy pro
ndome fijamente. No me acongojo bajo su escrutinio, al contrario, me yergo más en mi puesto-. Sé que todos us
titud, con las manos tras su espalda. Yo respiro hondo,
Ãas a los tres mejores estudiantes de este prime
guiñándome un ojo. Yo afirmo
y tener buena sazón, deben ser responsa-bles -habla, acer
el torpe incidente de esta maña-na. Yo me remuevo con incomodidad en m
ntinua, deteniéndose junto al Chef Guz-mán-. Por supuesto, si entorpecen el trabajo o generan un mÃnimo de descontento tanto con los clien-tes como con sus c
en-. Es decir, ¿por qué no acepta opiniones o co
. -responde, metiendo su mano
o, mostrando mi me
entregan a un miembro de la familia cualquiera -explica, mirándome con hostigamiento-. Me preparé durante años, prácticamente soy un experto en el arte culinario. He hecho un montón de pos
estudiando el arte culinario, por lo que acaba de decir. Estoy segura de que, entonces, sabe que los estudiantes trabajan arduamente por aprender y m
jo, lo pido, señorita Arellano. De r
y niega con la cabeza de manera disimulada. Noto que frente a él hay una morena que me
e del señor DÃaz. Asà verán el movimiento que hay en la cocina y tend
n con rapidez sus cosas, supongo que para camb
ojo a Mauricio-: No le refutés o desafiés. Es muy
do un ceja y luego caigo en cuenta de que he escuchado su acento
ero sigue luciendo preocupado-. G
pondo a regañad
limos del aula de
mis prendas: un blue jean ajustado de corte alto y ligeramente rasgado en la rodilla, una blusa blanca y una chaqueta de color verde militar. En los p
éxico me lo corté
. Él vuelve a mirarme de arriba abajo, no sé si analizándome o de forma desp
bueno que la veo -habla,
oy buena, señor -respo
que está logrando lo que quiere y alzo la barbilla con orgullo-. Puedes es-forzarte todo lo que quieras, ser la número un
de ser la me-jor de mi clase y haré que sea él quien me suplique, no por una simple pas
gue y endurece la mandÃbula, mirando a su alrededor antes de volver a mÃ-. Ade-más, no es el único restaurante prest
, y salgo de la escuela para treparme en el aut