Para acercarme más a ti
Las gotas de lluvia caían sobre los ojos de Lyla, haciéndola parpadear instintivamente.
Ella se levantó lentamente de la tierra, deslizándose sin rumbo fijo por el sendero, con la mirada perdida en la distancia.
En otras ocasiones se había preguntado por qué sus recuerdos de su época en Devonton eran tan borrosos, apenas cuatro años después.
Finalmente concluyó que tal vez eso se debía a la traumática revelación de que su padre había asesinado a su madre, y que el subsiguiente ahogamiento de su pena en la bebida le provocó una amnesia protectora.
Del mismo modo, se preguntó por qué había vuelto a padecer apendicitis si ya le habían extirpado el apéndice en Devonton.
Ella tenía una cicatriz como testimonio físico de esa cirugía, pero los médicos le aseguraron que probablemente había quedado un poco de tejido residual, lo que hizo que la inflamación resurgiera.
Además, le intrigaba el vínculo mínimo de Quentin con sus padres biológicos, Natalie y Joshua. Se suponía que la médula ósea de estos últimos debía tener una mayor tasa de compatibilidad con el niño, pero no fue así.
Lyla creía que la ciencia médica nunca garantizaba una posibilidad al cien por ciento. Tal vez era simplemente una cuestión de destino.
Ella siempre trató de descifrar cada uno de esos enigmas, sin sospechar nunca sus interconexiones. Si no hubiera desenterrado el pasado, se habría burlado de cualquiera que sugiriera que Quentin era su hijo.
Y, sin embargo, esa era la impactante verdad.
La chica inclinó su rostro hacia el cielo, permitiendo que la lluvia lo limpiara.