PISO DE ABAJO
AN
más etérea que la desprendida por su pálido rostro. Entonces la tomó entre sus brazos, uniendo la frent
nosa
pecé a escribir de nuevo. Era de las pocas personas que necesitaban plasmar sus ideas en papel para que estás pudieran empezar a tomar forma, si intentaba hacerlo en la computadora m
ta sobre la mesa,
tercera en la sema
de un tirón. El pasillo estaba completamente desierto, aquel molesto sonido volvió a interrumpir la tranquilidad del edificio, aunque esta vez seguido por unas ris
ta de uno de los departamentos y le leí el número en la placa dorada, que ya me era ta
aquel condominio cuando me mudé hacía dos años y desde el primer momento en que nos topamos supe que era la cru
ia era oriunda de Palermo, (me enteré por un comentario de nuestro casero, no porque estuviese avellevó detrás de la oreja. No pronunció palabra, pero tenía la mirada color zafiro posada sobre mí, a la expectativa. No siendo primera vez, pens
r, así que seré breve. -Una nota de sarcasmo se filtró en mis palabras. -Pero lo que sea que estés h
que había logrado mi objetivo, sin embargo, esa expresión desapareció, siendo sustituida por una sonrisa
palabra. -inquirió en un tono de falsa cortesía. -Repite después de mi: S-E
ado rápido para resultar convincente y sabía que Emiliana se daría cuenta de ese pequeño desliz, sólo esperaba que no lo comentará o el hermoso suelo termina
n po
stabas haciendo. -dije a
estaba teniendo sexo, no es ningún se
aba una vida promiscua y no discutiría mi sexualidad en medio del pasillo y menos con ella. La fulminé con la mirada, observándola de arriba abajo
unto debe costar más qu
ró, aunque sólo fuese para ver, pues dudaba que mi sueldo me permitiría adquirir
n pronto esas palabras abandonaron mis labios, supe que no debía haberlas dicho,
su cuerpo sobre la puerta. Deseaba ahorcarla allí mismo, pero me obligué a recordar que el asesinato era un deli
do a tu espacio. -se
cara. Parpadee una vez y luego dos para asegurarme que lo que habí
imaginaria e
e mi tipo. -dije c
preguntó levan
rtir p
quirió divertida, pero note que estaba ver
o en el bufón de esa mujer de p
por lo bajo, pero al final asintió, algo que en realidad no me sorprendió, siempr
el volumen para no
de cabeza y giré sobre mis talones para volver a mi departamento. No fue hasta más tarde, mi
i contactada por una editorial italiana que estaba interesada en publicar uno de mis manuscritos, así que no lo pens
n o J.K Rowling, sin embargo, pronto aprendí que alcanzar ese t
entado. Las regalías por ventas a penas me ayudaban a llegar a fin de mes, por lo que termine siendo parte del montón de escritores que tienen que buscar un segundo
n embargo, eso nunca había sido parte de mi sueño, quería y ambicionaba más, no sólo ser docente. Entré a mi departamento y lu
» me dije
a otra, resumiendo lo en una sola palabra: Hipócritas. Iba continuar despotricando acerca de aquellos que se sentían atraíd
, era Joshua, mi mejor
oy esperando en el ca
to que se suponía nos íbamos a reunir hoy porque era mi úl
eclee con rapidez, la respue
lvido, ¿
scribí de vuelta tratando
sa» respondió Joshua dando p
que hacía las veces de cocina-comedor-sala, aunque la cocina estaba separada del resto por un mesón de color gris. Lo que más me gustaba era la ventana que daba vista ha
cuerpo con delicadeza, adoraba el aroma a piña que desprendía. Cuando me enjuague cerré la llave y me cubrí co
a así que todo tenía el tamaño perfecto para mí: tenía una cama matrimonial en la esquina derecha de la habitación, un clos
cabello por mi espalda, para terminar, cayendo en el piso dónde comenzaba a formarse un charco. Me quite la toall
dmitirlo. Me gustaba sentirme cómoda. Saqué un par de pantalones para hacer yoga de color beige y los convine con una camiseta corta negra que
bre mi frente con unos ganchos blancos, apliqué un poco de brillo en mis labios y estuve lista
ersátil y no me importa que me
etín, que dejará de lado el plan de asesinarme que su mente retorcida le había recomendado, como respuesta recibí un em
hombre anciano, de unos 60 años aproximadamente, pero eso no le quitaba la jovialidad y el encanto con el que nos saludaba todas las ma
staba sentado detrás del escritorio de recepción, comiend
do la mano en señal de saludo. -Sarai fuori t
imprudente, sin embargo, sabía que no lo hacía con maldad o segundas intenci
endo hora de que se jubilará. Una vez me atreví a plantearle me duda, a lo que simpleme
erò prima che faccia buio. -respondí. No pud
ería y puesto de frutas; definitivamente no era la zona más glamorosa de Italia, sin embargo, era lo suficientemente cómoda y tranquila p
er tomado un abrigo antes de salir, pero recordé que a mediodía el sol calentaba
e caminar cinco minutos y estuve en la Piazza dei Condottieri. Uno de los lugares más hermosos del barrio, a esa h
de la plaza; con la mirada busque entre la mesa de picnic a Joshua, no tarde m