Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Extraño, cásate con mi mamá
Los Mellizos del CEO
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Yo soy tuya y tú eres mío
Ya no te amo, Sr. Exesposo
Sandra
De un tiempo para acá he tenido la sensación que me observan.
Quizás sí.
Quizás no.
Quizás sea paranoia mía.
Pero tengo esa sensación, nadie sabe lo que se siente. Nadie sabe lo incómodo que es. Y lo feo que se siente despertar de esas horribles pesadillas.
Cuando voy en la calle, tengo que voltear a todos lados y cuando estoy en la escuela tengo que buscar disimuladamente, pero nunca me funciona. Pero lo peor es cuando estoy sola en casa, no puedo estar quieta. Cierro las puertas con seguro, cierro las ventanas y me aseguro de siempre tener el bate de mi hermano a la mano.
Es irritante no saber cómo ni porqué ni para qué, sólo tienes que quedarte como que si no pasara nada, disimular, porque tal ves si le cuentas a alguien te tacharan de loca. Y no quiero que eso me pase.
No estoy loca...
El timbre suena indicando la hora del recreo y sacándome de mis pensamientos.
Me pasé toda la clase de matemáticas pensado en esos momentos en los que siento que me observan, que no me di cuenta que ya había escrito todo lo que el profesor había copiado en la pizarra, fue casi automático.
Me levanto rápidamente, guardo mis libros en mi mochila y me aseguro de tenerlo todo.
-Bien clase, -habla el profesor Lake, dando instrucciones, pero su voz la escucha lejana-, para la siguiente clase quiero estos ejercicios resueltos en hojas...
De ahí no escuché más.
Voy rumbo a la cafetería, el trayecto era algo largo, destacando el hecho de que el profesor eligió el aula que está más alejadas de las demás, alegando que "es por nuestro propio bien".
¡Tonterías! El trayecto era más largo, tenías que bajar más escaleras de las que bajaba normalmente. Por eso odiaba los martes, odiaba las matemáticas -pero era una de la mejores-, y odiaba al profesor Lake.
Aprovecho que estoy en el tercer piso -los cuales son cuatro-, para ir al aula de informática y tecnología y ver a Alex, mi mejor amigo.
Me acerco a la puerta, que está abierta, y lo veo, ahí sentado alrededor de una mesa con otros compañeros. Puedo ver que en la mesa había varios artefactos, parecidos a lo de las computadoras. Recordé que Alex me había comentado de que hoy les enseñarían las partes de las computadoras, pero olvidó mencionar que las dañarían de esa manera para ver -lo que yo llamé- anatomía.
Sí, es ridículo. Pero es válido, porque están viendo su interior y composición general.
Él repara en mi presencia, sus ojos se abrieron casi a su límite. Él pensó que yo no vendría, por el malestar que tenía la noche anterior.
-¿Qué haces aquí? -articula con sus labios.
-Estoy esperándote -articulo también.
-Bien. -articula en respuesta, y lleva su vista hacia el lado opuesto de donde yo me encuentro, seguramente prestándole atención al profesor-, ya voy a salir.
Me hace señas para que me aleje de la puerta, yo le obedezco.
Me acerco al balcón a esperarlo. Desde allí se ve todo el campus de la escuela, es como sentirte como un dios o diosa del mundo. La vista es realmente perfecta. Como de película.
No estoy segura de cuánto tiempo pasó, me quedé embelesada viendo el panorama escolar. Sentí la presencia de alguien. Sí, es raro. Pero desarrollé esa ¿virtud?. No sé cómo llamarle. Tenía miedo de mirar. ¿Y si de verdad hay alguien detrás de mi? ¿Estará vigilándome? ¿O simplemente, estará allí parado?
El miedo comenzaba a apoderarse de mí. Mi respiración entrecortada. Mis manos sudaban.
¡Angelito de mi guarda, si estás allí, ayúdame!
Lentamente, me volteo, intentando en vano de parecer tranquila.
Un chico, está a unos cuantos metros de mí. Alto, muy alto, de contextura delgada, cabello color caoba, su piel un poco pálida. Estaba vestido con pantalones, zapatos, franela y chaqueta negros. Lo que más me llama la atención fue que: tenía puesta la capucha de la chaqueta, por lo tanto su rostro no lo distinguía muy bien.
Es raro. Nunca lo había visto por aquí... Pero eso no es lo que importa ahora. Está allí parado, viéndome fijamente.
-No quiero asustarte. -murmura, suficiente como que yo pueda escucharlo.- Tu eres Sandy, perdón, Sandra, ¿cierto?
Por un momento, me asustó que supiera mi nombre, pero era de esperarse: casi toda la escuela sabe mi nombre por los retos académicos en los que he participado y por ser la estudiante estrella. Me relajé.
-S-sí. -digo en un hilo de voz, con pequeño asentimiento de cabeza.
Él no dice nada. También asiente. Aparta la mirada y noto que empuña las manos. Noté que tenía pequeñas cortadas en las manos.
El chico se queda allí parado, inmóvil. Se empezaron a escuchar pasos y el griterío de los estudiantes muy cerca. El pasillo se comienza a llenar de gente y de un momento a otro, cuando decido ver si el chico seguía allí, él se esfumó. Como si fuera posible, algo brillante estaba en el lugar donde él se había quedado inmóvil.
La curiosidad me ganó, y en un pestañeo ya estaba agachándome para recoger el objeto del suelo. Me pareció raro el hecho de que un chico tuviera ésta clase de cosas: un collar.
Era un cadena color plateada, y pequeños cristales colgaban de él; uno de ellos, el del centro, un poco más grande, en forma de corazón.
Muy bonito, debía admitir.
¿Qué estará haciendo un chico con un prenda de este tipo? Digo, es muy elegante como para que a una alumna se le haya caído. Y muy costosa además: una colegiala no tendría suficiente dinero como para costearla.
Me hice mil suposiciones en mi cabeza. Tantas que podría escribo un libro, hasta hacer una película.
«Que absurdo». Nada de eso tenía sentido. Nada tenía sentido desde...
-Sandy, logré escaparme de la clase de Maddox, -Alex llega a mi lado, jadeando con su pelo rubio un poco despeinado, y con su lentes torcidos, probablemente viniera corriendo a través del largo pasillo-, fue lo peor. Odio esa aula, hace mucho calor ahí.
Todavía me encuentro en shock, con el collar en la mano y mi mirada perdida, fingiendo escuchar las quejas de mi mejor amigo sobre su clase de hoy.
No entiendo como un completo extraño viniera y se quedara a pasos de mí, me preguntara una cosa tan trivial como mi nombre, y luego solo desapareciera cuando los estudiantes empezaron a llenar los pasillos.