Decidí que era el momento de dar un giro radical a mi vida tras romper con Liam, el idiota de mi exnovio. Me cansé de ser la ingenua que siempre da todo sin recibir nada. Ahora, más que nunca, quiero abrazar mi libertad, dejar de pensar en lo que los demás esperan de mí y empezar a hacer lo que realmente me plazca. Con mi amiga Vera, celebramos mi nueva soltería en un bar de moda cerca de la playa, disfrutando de la brisa marina en esta ciudad costera que he llegado a amar. Ha sido una larga y amarga etapa de mi vida, y esta es la despedida que merezco.
—Hoy es tu noche, Hanna —dice Vera con una sonrisa cómplice mientras pide otra ronda de tragos—. Hoy celebramos que dejaste atrás lo que no te hacía feliz, y que el futuro es todo tuyo.
Levanto mi copa y sonrío. Es una sonrisa ligera, un poco despreocupada, porque por primera vez en semanas me siento libre, libre de verdad. No es una libertad que depende de la compañía de otros, ni siquiera de la aprobación de nadie. Es mi libertad, la de elegir lo que quiero, cómo quiero, sin excusas ni remordimientos.
—Brindemos por eso —digo, y nuestras copas chocan con un sonido cristalino.
El bar está lleno, y la mezcla de risas, conversaciones y luces me envuelve como un abrazo cálido. Siento la arena en mis pies desde nuestra caminata por la playa al atardecer, y me doy cuenta de que no quiero dejar de sentir esta sensación de alivio, de que todo es posible. Respiro hondo, saboreando cada segundo de esta noche.
—No sé si es por estos tragos o qué, pero me siento viva, feliz —digo, con una risa que sale desde lo más profundo.
Vera se ríe, sincera, disfrutando el momento conmigo.
—Eso es porque estás dejando atrás la carga, Hanna. Estás siendo tú misma. Y hablando de dejar atrás, hay muchos hombres interesantes esta noche, ¿no crees? —dice, con una sonrisa pícara.
—No necesito de un hombre para disfrutar esta noche, pero... —miro alrededor, como tanteando el terreno—, no estaría mal un poco de diversión.
Vera levanta una ceja, divertida.
—Mira, te entiendo. Pero hazlo porque tú lo quieres, no porque él te hizo algo, ¿vale? —me dice con seriedad.
—Por supuesto. No se trata de Liam. Es sobre mí. Y, sí, podría hablar con alguien, ¿por qué no? Como ese hombre de la esquina. Parece interesante.
—Ese tipo parece mayor —comenta Vera, tratando de disimular una sonrisa.
—¿Y qué si lo es? Las canas no siempre significan vejez, a veces significan sabiduría —respondo, retadora.
Vera suelta una carcajada.
—Tú y tus metáforas... Pero sí, es atractivo.
—Exacto. Y hoy no voy a desperdiciar ni una sola oportunidad —le digo con firmeza.
Me levanto y camino hacia él, segura, sin titubeos. Sé lo que quiero. Cuando llego a su mesa, levanta la vista sorprendido, pero rápidamente sonríe. Nos presentamos y, en poco tiempo, estamos conversando animadamente. Hay una chispa de interés en sus ojos que me intriga, algo diferente de las conversaciones vacías que he tenido antes.
Mientras la noche avanza y las bebidas fluyen, la conversación se torna más íntima. Me siento atraída por su misterio, por su forma de mirarme directamente a los ojos, sin miedo. Mi mano roza la suya, y una corriente de excitación recorre mi piel.
—¿Siempre eres así de directa? —pregunta con una sonrisa divertida.
—Solo cuando sé lo que quiero —respondo, mirándolo con desafío.
—Y, ¿qué es lo que quieres esta noche, Hanna? —susurra, acercándose un poco más.
—Vivir sin remordimientos. Sentir que estoy tomando las riendas de mi vida —le digo, con una convicción que no admite dudas.
—Me gusta esa actitud —responde él, y hay algo en su voz, algo genuino que me hace sentir curiosidad por saber más de él.
Sé que esta noche podría ser solo eso, una noche. Pero también sé que no me arrepentiré. No porque busque una venganza, ni porque quiera llenar un vacío, sino porque he decidido que quiero vivir cada experiencia plenamente, con la conciencia de que cada decisión que tomo es mía, y solo mía.
—¿Qué te parece el destino? —pregunto, con una sonrisa ligera.
—Creo en las decisiones —responde, tomando mi mano con delicadeza—. Y creo que ambas hemos tomado la correcta esta noche.
Nos miramos, sabiendo que, pase lo que pase, hemos decidido vivir en el presente, sin miedo al mañana. Esta es mi vida, mi elección, y no hay nada más poderoso que eso.
—Eres un hombre muy atractivo y, para nada, aburrido. Estoy segura de que no estás solo, ¿verdad? —le digo con una sonrisa traviesa, jugando a ser despreocupada mientras mi mente analiza cada uno de sus gestos.
Mark se queda un momento en silencio, como midiendo sus palabras antes de responderme. Finalmente, me mira fijamente, con una mezcla de sinceridad y cierta provocación en sus ojos.
—No te equivocas. Estoy saliendo con alguien después del divorcio de mi esposa. —Sus palabras son directas, pero el tono de su voz lleva una carga de algo más, algo que me hace sentir curiosa.
Me río suavemente, con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Eres el primer hombre que no niega estar con alguien para ligarse a otra mujer. O eres un caballero... o un idiota que se cree con suerte. —Me muerdo el labio con una chispa de travesura en los ojos, esperando ver cómo reacciona.
Mark sonríe, relajado pero serio al mismo tiempo.