Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Destinada a mi gran cuñado
El réquiem de un corazón roto
Había un silencio incómodo en la villa de la familia Roberts en Eighfast, solo interrumpido por unos pasos acercándose.
"Yelena, ¿has vuelto tan pronto?". Sonya Roberts estaba apoyada contra el marco de la puerta, con una sonrisa satisfecha. "Tal vez Brett White sea mayor, pero es todo lo que una mujer podría desear: adinerado, influyente y confiable. Deberías sentirte honrada de poder ser su esposa".
El rostro de Yelena Roberts se volvió severo.
Antes de que Sonya pudiera reaccionar, ella se abalanzó hacia delante y le dio un fuerte golpe en la mejilla. La bofetada resonó en la habitación, hiriendo el orgullo de esta.
"¿Por qué no aprovechas esta oportunidad?", espetó Yelena, tan cortante como una espada. Sus ojos se entrecerraron con desprecio. "Pusiste algo en mi bebida, ¿no?".
Sonya se agarró la mejilla dolorida. Su confianza se desmoronó en un jadeo estrangulado mientras la feroz huella roja de los dedos de Yelena se asentaba más en su piel.
"¡Yelena! ¡Qué insolente! ¿Te has vuelto loca?". Tatiana Roberts se acercó enseguida con el rostro desfigurado por la rabia y la incredulidad mientras la fulminaba con la mirada. "¿Cómo te atreves a golpear a Sonya?".
¡Qué malagradecida!
Después de todo, ni siquiera era una Roberts.
Hacía tres meses, una visita al hospital lo había cambiado todo. Yelena había sido internada por una lesión, y lo que tuvo que haber sido un análisis de sangre de rutina transformó completamente su mundo.
Su raro tipo de sangre no coincidía con el de Jonathan Roberts ni con el de su esposa, sus supuestos padres. La revelación destrozó a la feliz familia, ya que ella no era su verdadera hija.
Desesperados por recuperar el equilibrio, los Roberts iniciaron una búsqueda exhaustiva de su verdadera hija. Y así encontraron a Sonya, una mujer que se había adaptado sin problemas a la vida que nunca estuvo destinada para Yelena.
A partir de ese día, esta última se convirtió en un fantasma en su propia casa, una usurpadora que, sin saberlo, había disfrutado de los lujos destinados a la otra. Lo que había sido suyo ahora era declarado una injusticia, un insulto al legítimo derecho de Sonya.
Jonathan y Tatiana necesitaban reconciliarse con su nueva hija.
Pero era un desperdicio dejar ir a Yelena. Brett White, un rico empresario, había expresado su encaprichamiento con ella. Si jugaban bien sus cartas, casarla con él les daría una recompensa de cinco millones de dólares.
Por eso tramaron un plan siniestro.
Una bebida drogada y una habitación preparada para la traición. Querían entregarla como si fuera un paquete, firmado y sellado.
Pero Yelena arruinó su plan, escapándose de sus garras en el último momento.
Desafiante y serena, se volvió hacia Tatiana y espetó: "Ella me drogó, me ridiculizó y me trató como si no valiera nada. ¿No crees que merecía esa bofetada?".
El rostro de Sonya decayó y sus labios temblaron con una mirada de falso dolor. "Estaba pensando en tu futuro", respondió con una voz empalagosamente dulce. "Mamá me dijo que tu verdadera familia provenía de un pueblo pobre. Si te casas con el señor White, tu estatus se elevará. Es una bendición".
Pero detrás de su fingida inocencia, estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía Yelena a golpearla?
'Ya verá cómo la pongo en su lugar luego', se dijo.
"Si casarse con un hombre rico es una bendición tan grande, ¿por qué no la aprovechas tú?", preguntó Yelena fríamente mientras sus ojos entrecerrados miraban mordazmente a las otras dos mujeres.
"¡Qué chica tan malagradecida!", siseó Tatiana con una mirada iracunda. "¿Cómo te atreves siquiera a pensar en compararte con Sonya? ¡Ella es muy superior a ti! Además, ya está comprometida con Roger Ellis, el heredero de la prestigiosa familia Ellis. ¡Es una unión acorde a su estatus!".
Sonya avanzó con una sonrisa melosa, pero tenía una mirada triunfal. "Así es, Yelena. Roger me dijo que soy su único y verdadero amor, la única que podría imaginar a su lado".
La realidad resultaba sofocante. Yelena había sido la primera prometida de Roger, mucho antes de que se descubriera la existencia de Sonya. Pero en cuanto se reveló su verdadera identidad, su compromiso fue destruido. Sonya ocupó su lugar con tanta facilidad como quien se pone un vestido perfectamente confeccionado.
Incluso Roger parecía ansioso por el cambio, ya que su afecto no tardó en orientarse hacia ella.