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El réquiem de un corazón roto
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El regreso de la esposa no deseada
Lorena
El segundero del reloj suena con su ritmo constante y pausado, marcando violentamente el tiempo de mi vida que estoy desperdiciando en este lugar.
-Sabés que esto sólo funciona si vos me hablás, ¿no? –Interrumpe mis pensamientos la voz de Fausto.
Le dedico una mirada profunda, sosteniendo el marrón de mis ojos en el negro penetrante de los suyos.
Me detengo a pensar que su imagen parece más la de un rabino que de un psicólogo de adicciones. Como siempre, lleva el pelo perfectamente peinado hacia atrás, con la barba larga pero prolijamente formada. Sus anteojos pequeños descansan sobre el final de su nariz, que es chica pero redondeada, y junto con sus cachetes prominentes, le dan ese aspecto amigable, que combina a la perfección con su cuerpo regordete, que siempre luce camisas a cuadros y chalecos tejidos, sumando una elegante sencillez a su aspecto tan particular.
-Te hablo, siempre hablo mucho. Te conté sobre mi relación con mis padres, con mi hermana Sara, con mi ex, Ignacio, hasta te hablé de la nueva novia de él, Camila. No podés estar sugiriendo que no hablo. –Increpo desafiante.
-Sí, me hablaste de todo eso… pero tu última relación, tus padres, tu hermana, tu ex pareja y la nueva novia de éste último no son el motivo por el que estas acá. En algún momento tenés que comenzar a hablar de eso… De lo que realmente te trajo acá. –Replica con tono paciente.
No estoy lista para hablar abiertamente de mi adicción. Internarme en esta cárcel elegante ya fue suficiente, afrontarlo en un cien por ciento ya sería un paso muy importante. Miro por la ventana que da al lago del jardín y dejo que mis pensamientos vuelen nuevamente hacia el recuerdo de la sensación del alcohol haciendo efecto en mí, comienzo a sentir la liviandad que los tragos de más siempre me generaron, cuando la voz del hombre nuevamente me devuelve a la realidad.
-Lorena. Hablame del Maskerade. –Dice con voz firme y decidida.
Poso mis ojos en los suyos nuevamente, y toda la inactividad de mi cuerpo, que se queda inmóvil al escuchar esa simple palabra, contrasta con mi mente, que comienza a reproducir los recuerdos, como una película sumamente realista.
Maskerade
Miro mis manos y giro entre mis dedos la pequeña tarjeta de plástico dorada que tanto me esta consternando. “Laplace 2230. 21:10 hs.”, reza en uno de sus lados, mientras del otro se encuentra el logo de una máscara, con la palabra “Maskerade” atravesándola en forma sutil.
-Se supone que llegamos, ¿Está segura de que es acá? –Dice el taxista, mirando hacia todos lados.
Su desconcierto no es extraño, nos encontramos en una calle desolada, en las afueras de la ciudad. De un lado se extiende un frondoso bosque lleno de árboles, sin ningún tipo de iluminación, y al frente una inmensa construcción de la que solo se puede apreciar un muro alto sin revocar, con una pequeña puerta negra. Al lado de la puerta un pequeño y discreto cartel indica “Laplace 2230”.
Repaso el lugar con la vista y advierto la existencia de pequeñas cámaras de seguridad, que apuntan a todas las direcciones.
-Sí, es acá.- Confirmo al señor y le acerco el dinero que marca el aparato digital sujeto en el parabrisas. –Muchas gracias. –Digo bajando del lugar y caminando con paso decidido hacia la puerta.
Si no fuera por la curiosidad que todo esto me genera, no hubiera accedido a esta experiencia. Pero algo me impulsa a seguir, sin si quiera dudar. Quiero entrar, lo voy a hacer, y lo voy a disfrutar, me repito a mí misma.
Cuando llego a medio metro de la puerta, esta se abre sin dejar ver nada de su interior. Ingreso y la misma se cierra, dejándome en la más completa oscuridad. Justo entonces las luces se encienden, son lámparas de iluminación muy tenue, que brindan al lugar un aire de misterio y sensualidad.
-Buenas noches, señorita Rodds. Bienvenida. Su abrigo por favor. –Dice una mujer vestida íntegramente de rojo, con un prolijo pero sexi traje de pantalón y chaquetilla. Debajo del saco no tiene nada, por lo que el escote deja ver sus hermosos pechos, marcando su cintura. Lleva el cabello suelto y una máscara roja que cubre sus ojos.
-Buenas noches. –Respondo mientras me saco el tapado liviano con que cubría mi cuerpo, que al retirar la prenda queda casi desnudo.
Mientras la mujer lleva mi tapado hacia otra habitación contigua observo mi imagen en el espejo de cuerpo entero que tengo enfrente.
Tengo los pechos cubiertos con un corpiño negro de encaje muy sexi, del mismo estilo y la misma tela que el culote que se une a un portaligas también negro, cuyas medias llegan hasta la mitad de mis muslos.
Nunca me había visto tan sexi, pienso mientras recorro mi imagen con la mirada.
La mujer vuelve a acercarse por detrás y me coloca sobre los ojos un antifaz similar al suyo pero de encaje negro. Éste se adhiere a mi rostro a la perfección, cubriendo la frente y gran parte de mis pómulos. Me sorprendo al advertir que con él, estoy casi irreconocible.
Para mi sorpresa, la mujer me indica que me siente en una silla que descansa tras de mí. Lo hago y ella comienza a acomodar mi cabello, que llevo recogido en una cola de caballo alta, tal y como las indicaciones especificaban. La mujer coloca un gel sobre el peinado y comienza a estirarlo mejor.
Termina y me indica una puerta igual a aquella por la que ingresé.
-Por aquí, por favor. –Dice con su voz sensual, invitándome a pasar.
Nuevamente, cuando estoy muy cerca de la puerta, ésta se abre, y al traspasarla me invade la oscuridad. Inmediatamente unas flechas de luces de neón aparecen, iluminando el pasillo solo lo suficiente para que distinga por dónde debo avanzar. Comienzo a escuchar una música que se oye lejana, pero a medida que avanzo el volumen aumenta.
Camino unos metros y una nueva puerta aparece frente a mí. A medida que me acerco la voy notando con mayor nitidez y al igual que las anteriores, antes de que precise abrirla, la misma comienza a deslizarse, haciendo que el sonido de la música se escuche a la perfección.
Ingreso y me veo obligada a parpadear muchas veces. No puedo creer que finalmente estoy acá. Hacía tiempo quería ir a una fiesta de este tipo y finalmente se dio la oportunidad. Mi corazón late tan acelerado que siento que en cualquier momento abandonará mi pecho.
Sonrío abiertamente mientras recorro el lugar, guardando cada detalle en mi memoria.
Primero me detengo a mirar a las personas, todas las mujeres están vestidas exactamente igual a mí. Ahora entiendo por qué me enviaron la caja con la vestimenta que debía traer, no era un simple gesto por ser mi primera vez, es evidente que es una práctica del lugar, ya que todas las mujeres llevamos las mismas prendas y el mismo peinado.
Los hombres, por su parte, visten un bóxer negro con antifaces del mismo color, todos con el cabello peinado prolijamente hacia la derecha, igual de tirantes que los de las mujeres.
Es difícil de creer que de toda la gente que hay en el lugar, incluso aunque algunos son más altos, otros más bajos, otros con más peso, otros con menos, todos, absolutamente todos los presentes, parecen atractivos y sensuales.
Entre la multitud puedo ver que algunas personas se mueven con bandejas o botellas de bebidas, éstos van con la misma vestimenta pero en blanco.
El lugar, por su parte, está ambientado con luces rojas. En el centro se despliega una enorme pista donde la gente baila en forma libre y sensual. A la derecha se encuentra una larga y vistosa barra, mientras en los restantes laterales se despliegan distintos tipos de livings y apartados. Algunos son para muchas personas y otros son íntimos, solo para dos.
Atravesando la pista se puede divisar una escalera ancha, con barandas talladas de un estilo antiguo y elegante. Levanto la vista y veo que arriba hay dos pisos con muchas puertas. Los balcones que dan hacia la pista también están decorados con barandas similares a las de la escalera, llevándome mentalmente a las películas griegas. Fijo mi vista en el final de la construcción y veo que el techo es de cristal, dejando ver, muy a lo lejos, un hermoso cielo estrellado.
Escucho la puerta cerrarse y unos segundos después dos personas se colocan una a cada lado mío. Los miro y veo que se trata de un hombre con un cuerpo de infarto y una mujer hermosa, con una cabellera larga y rubia que contrasta con mi cabellera morena.
-Primera vez, ¿no? –Dice la mujer, con una sonrisa, mostrando su dentadura perfecta y achinando sus ojos verdes.
-Permitinos ayudarte –Sigue hablando el hombre, a quien cuando me volteo a mirar, encuentro más cerca mío que antes. Siento su mano firme en la parte baja de mi espalda, muy cerca del nacimiento de mi ropa interior, mientras la mujer me toma de la mano, entrelazando nuestros dedos.
Ambos caminan hacia la barra y yo los sigo por inercia. Al llegar, los tres indicamos al barman lo que queremos tomar y me giro para quedar nuevamente de frente a la pista. El hombre se acerca a mi oído y habla con voz suave.
-Si tenes alguna duda sería un placer ayudarte. –Mientras lo dice siento que pasa su mano por mi cintura. Como no me muevo parece atreverse a más y desliza su palma hacia mi muslo, para luego tocar mi trasero sin disimulo.
Me giro hacia la mujer por la intriga de saber qué piensa de la escena y la veo sentada tranquila en una banqueta, mirándonos con una sonrisa libidinosa. Justo entonces el barman le acerca los tres tragos y me dirijo hacia ella para tomar mi copa.
Quiero estar con todos los sentidos despiertos, por lo que arranco con un champagne suave. Veo que un joven se acerca al hombre que hasta hace unos segundos me estaba tocando, intercambian algunas frases y luego caminan hacia uno de los apartados que rodean la pista.
El hombre que ingresó tras de mí se acuesta y comienza a beber su whisky mientras el más joven besa su cuello. Va bajando por sus pectorales y su abdomen y cuando llega a su entrepierna libera una erección firme y de tamaño importante y la comienza a lamer.
Me giro nuevamente a mirar a la rubia que entró con él y veo que también está mirando la escena, mientras recibe besos en el cuello de otro hombre que masajea sus pechos con una mano y acaricia sus genitales con la otra.
La mirada de la mujer se encuentra con la mía y me dedica una sonrisa.
Siento mi sexo palpitar. Todo esto me parece sumamente sexi. Nunca había visto a otras personas tener sexo y ahora, justo frente a mí, hay todo tipo de prácticas interesantes.
Decido caminar un poco por el lugar, estudiando la dinámica. Evidentemente las personas no se tocan sin antes hablar, lo cual me da una tranquilidad extra. No me gustaría sentir mi cuerpo invadido por manos o besos sin que de alguna forma yo los haya aceptado.
Miro a las personas que bailan en el centro de la pista y me parece sumamente sexi ver cómo sus cuerpos parecen tener una sincronización natural. No hay pasos acordados, no hay una coreografía, sin embargo todos parecen compartir un ritmo y una sensualidad innata.
Veo que también hay grupos que hablan animadamente, como si estuvieran en una discoteca común y corriente. ¿Vendrán en grupos de amigos? ¿Qué tipo de acuerdos tendrá este submundo que estoy comenzando a conocer?
Mi vista se centra en dos chicas y un chico, que conversan divertidos mientras toman una bebida negra. Una de las chicas es más rellenita, con pechos exuberantes y un trasero bien cargado, mientras la otra es más delgada, pero también con curvas importantes. Pero lo que realmente me llama la atención es el hombre que las acompaña.
Tiene el cuerpo marcado y una sonrisa amplia y blanca, que al desplegar hace aparecer unos hermosos hoyuelos en sus mejillas. Repaso con la vista sus brazos y me detengo a mirar sus tatuajes, tiene el pectoral y hombro derecho prácticamente cubiertos de tinta negra, por imágenes masculinas e interesantes. Quisiera deslizar mi lengua por cada uno de esos dibujos, pienso mientras bajo la vista hacia si entrepierna sin disimulo.
Cuando mis ojos vuelven a su rostro veo que me está mirando fijamente, y ahora su sonrisa ya no es divertida, sino sexi y sugerente.
Me giro sin poder evitarlo, por la vergüenza que me generó ser descubierta espiando su entrepierna. Me apuro en beber el contenido de mi copa y me repito mentalmente que no debería tener vergüenza, después de todo estamos en un club de sexo, se supone que esto es justamente lo que todos los presentes vinimos a hacer. Respiro profundo y giro, decidida a sostenerle la mirada, pero entonces veo que están solo las dos chicas, que ahora bailan tocándose mutuamente.
Miro a los alrededores y no lo encuentro.
-¿Se te perdió algo? –Dice una voz varonil a mis espaldas.
Lo miro, colocándome de frente y afortunadamente es él. De cerca puedo ver sus ojos miel, varios tonos más claros que los míos y me invaden las ganas de arrancarle la máscara para ver su rostro completo, con la certeza de que encontraré algo digno de admirar.
Tomo coraje recordándome que vine a divertirme y experimentar, así que miro las habitaciones de arriba y decido tantear mi suerte con un número al azar.
-Quizás. –Respondo coqueta, mirándolo de arriba abajo con descaro. -¿Me acompañarías a buscarlo arriba, en la habitación trece?
Sus ojos se abren mucho en una expresión de asombro total y nuevamente me sonríe con picardía, haciendo aparecer sus hermosos hoyuelos.