Alejandro estaba saliendo de su consultorio, cuando se acercó Germán, él lo conocía bien, eran casi amigos y era el chofer del Brigadier General, Gabriel Venegas, jefe máximo de la fuerza aérea del país.
Estaban dentro de la base militar.
-Señor.
Germán lo saludó haciendo una venia .
Alejandro le correspondió al saludo, lo hizo sonriendo.
.¿Cómo estás?
Le preguntó.
-Muy bien, gracias, te requiere el Brigadier.
-Ok, ¿Voy en mi auto?
Le preguntó, porque eso siempre lo decidía Gabriel Venegas.
Germán negó con la cabeza.
Alejandro se encaminó hacia el auto oficial y subió acomodándose en el asiento trasero, tenía que seguir el protocolo y él lo sabía perfectamente, porque pese a ser psicólogo, también era parte de las Fuerzas Aérea del país.
Pensaba que tenía ganas de tirarse en su sillón, de tomar una cerveza y ver un partido de fútbol, pero no podía, jamás, dejar de ir cuando era requerido, la verdad era que desde hacía algunos meses, el Brigadier General lo mandaba a llamar muy seguido, y él no estaba muy seguro del porqué lo citaba.
Se suponía que él era el psicólogo y era quien tenía que escuchar a sus pacientes, pero muchas veces, en la oficina de Gabriel Venegas, sucedía lo contrario, era Alejandro quien respondía preguntas, lo raro era que las preguntas eran muy concretas y repetitivas.
En un principio pensó que era lógico que Gabriel Venegas, por el puesto que ocupaba, quisiera saber quien era el terapeuta que lo iba a atender.
Al correr de las sesiones, y al escuchar que el Brigadier General no decía mucho y seguía indagando sobre su adolescencia, y preguntaba sobre las zonas donde pasaba sus momentos de ocio, y hasta le preguntaba por sus recuerdos de esa época, dudaba de su propósito.
Luego de sortear a las 3 secretarias y una inspección sobre su persona, llegó a la oficina de Gabriel Venegas.
Se saludaron con el protocolo adecuado.
Luego, Gabriel le indicó a Alejandro, que podía sentarse.
-Alejandro, necesito que recuerdes si alguna vez viste, cuando eras adolescente, cómo secuestraban a una criatura.
Alejandro no esperaba que le preguntara algo así, pero lo atribuyó a algún tipo de obsesión que tenía Venegas.
-No señor, no, que yo lo recuerde.
-Pensalo bien.
Alejandro pensó que ese día en particular, el Brigadier General debía haber recordado algo específico de su propia adolescencia, tal vez ese trastorno se debía a que Venegas sí vio un secuestro y a lo mejor no pudo hacer nada.
Iba a anotar algo en su notebook, cuando su superior siguió hablando.
-No anotes nada, no tengo ningún trastorno, quiero saber si recordás el día que secuestraron a una niña de 4 años y si sabés en qué circunstancia fue.
Alejandro se quedó con su mano en el aire.
-No te asombres, pero cada palabra que anotás en tu computadora, queda registrada.
Alejandro estaba estudiando el panorama.
-No estoy obsesionado con nada, salvo con el supuesto secuestro de una niña, hace 12 años atrás, es que nunca pudimos dar con su paradero.
-¿Y usted piensa que yo vi el secuestro?
-No lo pienso, sé que lo viste, el tema es que no fue violento por lo que no llamó tu atención.
-¿Sabe cómo sucedió?
Le preguntó intrigado.
-Sí, por supuesto, eran tres mujeres, una mujer de unos 40 años y dos mujeres de alrededor de 20 o tal vez menos, tomaron de la mano a una niña, que se había soltado de los brazos de su madre y distraídamente le tomó la mano a una de las jóvenes e inmediatamente se abrió el portal.
Alejandro no anotó nada, pero pensó que decididamente Gabriel Venegas no era un hombre cuerdo, que lo que estaba diciendo era producto de algo que era realidad sólo en su mente, pero que nunca había sucedido realmente.
-A esa niña la tenés que traer de regreso a nuestro mundo.
Insistía con el tema.
El psicólogo decidió escucharlo, para poder aclarar su propia mente y buscar una solución a la obsesión que tenía su superior.
-Rastreamos un video de esa época y en él, se ve que estabas en un bar cercano, con el grupo de tus compañeros de colegio, pero sos el único que estaba mirando hacia dónde sucedieron los hechos.