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Anastasia
Después de una extenuante semana, lo único que anhelo es relajarme. Ayer tuve que cubrir el turno de una compañera en el trabajo, lo que significó un turno doble. Si tan solo un maletín lleno de dinero cayera en mi jardín, podría dejar de trabajar. Pero eso es solo un sueño, y la realidad es que debo esforzarme para pagar mi carrera.
Estudiar en una de las academias más prestigiosas de la ciudad es un sueño hecho realidad para mí. Esta academia es la única en la ciudad dedicada exclusivamente a la danza, lo que la convierte en la más exclusiva y costosa. Costearla es un desafío monumental, y tanto mi madre como yo hemos tenido que hacer grandes sacrificios, sobre todo ella.
Desde que tengo memoria, hemos vivido en la costa, en una pequeña isla llamada Valle del Carmen. La familia de mi madre tiene sus raíces allí. En realidad, mis abuelos fallecieron cuando era pequeña, así que no los recuerdo. Solo tengo a mi madre y ella me tiene a mí.
En la isla, mi madre regentaba un pequeño restaurante que es un negocio de familia. Crecí junto a ella y Antonio, quien es mi mejor amigo y el ahijado consentido de mi madre.
Una vez que terminé la escuela secundaria, empecé a investigar sobre las academias de danza. La danza es mi pasión desde que cumplí los seis años. Comencé con ballet y luego me aventuré en otros tipos de baile, que he practicado durante toda mi vida.
Mi confianza se tambaleó en la primera semana en la academia, me hicieron sentir como una novata. Los profesores son extremadamente exigentes y mis compañeras son muy competitivas.
Para costear mi admisión en la academia, mi madre tuvo que vender el restaurante y gastar sus ahorros. Le estaré agradecida por ello toda mi vida. Nos mudamos a la ciudad porque el viaje desde la costa hasta aquí sería agotador. Ella dejó atrás a sus amigos y todo lo que conocía para que yo pudiera perseguir mis sueños.
Dado que se trataba del último día de nuestras vacaciones, nos encaminamos emocionados hacia el parque de diversiones en compañía de un animado grupo de amigos. Una vez allí, nos sumergimos en la emocionante atmósfera de los juegos mecánicos, comenzando con los autitos chocadores, donde riendo y compitiendo, nos desafiamos unos a otros en divertidos choques.
Después, nos aventuramos a la "Vuelta al Mundo". Luego, abordamos el barco pirata, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de nosotros con cada balanceo del navío. Y no podemos olvidar el laberinto, que prometía emociones aterradoras con sus muñecos espeluznantes.
La adrenalina fluía a través de nuestros cuerpos, y conforme avanzaba la tarde, el hambre empezaba a hacerse sentir.
En definitiva, ese día en el parque de diversiones estaba lleno de emociones, risas y la camaradería de la amistad, y aunque tenía hambre, estaba ansioso por descubrir los nuevos planes que mis amigos tenían en mente.
¡Claro, aquí tienes el diálogo corregido y ampliado!
- ¿Vamos a la montaña rusa? -propone Antonio.
- Claro, yo nunca me he subido -comenta Celeste, ella es mi mejor amiga, la conocí en la academia.
- Mejor no -digo.
Antonio rodea su brazo en mi hombro -yo te cuido si tienes miedo.
Los muchachos comienzan a reír.
Aunque pueda estar aterrada, no puedo permitirme quedar como una cobarde frente a los demás.
- No le tengo miedo a nada, vamos -digo con determinación, aunque sé que probablemente me arrepentiré de mis palabras.
Me subo a la montaña rusa acompañada por Celeste, pero empiezo a lamentar haber visto "Destino Final" anoche, fue una pésima idea.
En cuanto me ajustan los cinturones, comienzo a rezar internamente. Mi amiga solo ríe, parece feliz ante nuestra inminente muerte.
Los chicos no dejan de gritar y chiflar, ansiosos por que comience el juego.
Al llegar a la cima, no puedo evitar gritar, y continúo haciéndolo durante todo el trayecto.
- Ana, ya puedes abrir los ojos -escucho la voz de Celeste y su risa.
Cuando el juego finalmente se detiene, me desabrocho los cinturones y bajo lo más rápido posible, dejando a mis amigos atrás.
Me siento en una banca para esperarlos hasta que se acercan riendo, obviamente soy la burla de todos.
- ¡Sigues viva, Ana!
- Qué gracioso, Antonio -me reincorporo con dificultad, todavía mareada y con un horrible dolor de cabeza- voy al baño.
- Te acompaño -ofrece.
- No te tomes tan literal lo de cuidarme.
- No te la van a robar -bromea el primo de Celeste.
- O quizás sí, Ana es hermosa -comenta su amigo.
- Cuidado con mi chica -Antonio lanza una mirada asesina.
- ¡No soy tu chica! -le recalco por milésima vez.
¡Por supuesto, aquí están los diálogos corregidos y ampliados!