Descuidar, la mejor Venganza

Descuidar, la mejor Venganza

Gavin

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Capítulo

Repentinamente, volví a la vida, en el bullicioso Casino de Madrid. Mi vida anterior, una pesadilla. Mi obsesivo amor por Alejandro, el mejor amigo de mi padre, me llevó a un acto desesperado: lo drogué y me acosté con él para 'salvarlo'. Pero en vez de eso, Isabel, su amor de la infancia, nos encontró, huyó y murió trágicamente. Consumido por el odio, Alejandro me forzó a casarme. Mi existencia se convirtió en un infierno de maltrato silencioso y desprecio. Morí sola, embarazada de un hijo que él nunca quiso, con la cruel satisfacción en sus ojos como mi última visión. Ahora, estoy de vuelta, en el mismo casino, viendo el mismo escenario: Alejandro a punto de ser drogado. El pánico de revivirlo me invadió, pero esta vez, con una claridad desgarradora. Mi 'sacrificio' no hizo más que destruir a Isabel, la mujer que él realmente amaba. Mi 'salvación' fue su condena. ¿Cómo pude haber sido tan ciega? Sentí una abrumadora injusticia, la necesidad de enmendar un error que no era solo mío. Mis dedos temblaron mientras marcaba un número. No por miedo, sino por una fría resolución. Esta vez, rompería el ciclo. Esta vez, escribiría mi propio destino, y el de Alejandro e Isabel, lejos de la tragedia.

Introducción

Repentinamente, volví a la vida, en el bullicioso Casino de Madrid. Mi vida anterior, una pesadilla. Mi obsesivo amor por Alejandro, el mejor amigo de mi padre, me llevó a un acto desesperado: lo drogué y me acosté con él para 'salvarlo'. Pero en vez de eso, Isabel, su amor de la infancia, nos encontró, huyó y murió trágicamente.

Consumido por el odio, Alejandro me forzó a casarme. Mi existencia se convirtió en un infierno de maltrato silencioso y desprecio. Morí sola, embarazada de un hijo que él nunca quiso, con la cruel satisfacción en sus ojos como mi última visión.

Ahora, estoy de vuelta, en el mismo casino, viendo el mismo escenario: Alejandro a punto de ser drogado. El pánico de revivirlo me invadió, pero esta vez, con una claridad desgarradora. Mi 'sacrificio' no hizo más que destruir a Isabel, la mujer que él realmente amaba. Mi 'salvación' fue su condena. ¿Cómo pude haber sido tan ciega? Sentí una abrumadora injusticia, la necesidad de enmendar un error que no era solo mío.

Mis dedos temblaron mientras marcaba un número. No por miedo, sino por una fría resolución. Esta vez, rompería el ciclo. Esta vez, escribiría mi propio destino, y el de Alejandro e Isabel, lejos de la tragedia.

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